FRENTE A LA CRISIS REVOLUCIONARIA EN GRECIA

27.05.2012 20:44

 

No es copiar o rechazar en bloque. Pero, algo debemos aprehender de los acontecimientos políticos y de la crisis revolucionaria en Grecia. Total las situraciones políticas y nacionales son concretas, difeentes y muy reales en la contrariedad conque se nos manifiestan. Empero, en la diversidad y diferencialidad de las situaciones concretas, en la variabilidad de las condiciones económicas y políticas regionales y  planetaria  las cuales determinan el tipo de acción concreta necesaria de su solución aflora, remarcablemente, una misma base común: la fase de madurez de la crisis general del sistema imperialista mundial  en estos inicios del siglo XXI y la determinación revolucionaria de su reemplazo revolucionario por el sistema socialista.

Más claro el agua. La putrefacción avanzada del sistema capitalista mundial, la que afecta directamente a su cabeza, a la vieja Superpotencia estadounidense y a las potencias imperialistas europeas, fenómeno económico y político que pone de manifiesto su agonía histórica, ha terminado por generar una crisis revolucionaria general mundial. La burguesía imperialista mundial, lastrada por la crisis general de su sistema, ya ni quiere ni puede mantener su dominación política en base al Estado-nación-imperialista y a la tradicional y regular redistribución del planeta. Tiene, hoy, sueños catastrofistas que le impulsan desesperadamente a buscar como salida, bordeando en eso el hacer estallar al planeta por sus cuatro esquinas para lograrlo, un gobierno único mundial, una República Capitalista Mundial. Implantar una Dictadura fascista internacional de la oligarquía financiera monopolista transnacional.

Tras su voz de mando “¡Abajo el Estado-nación!”, la que guía todas sus movidas económicas, políticas y militares, pone crudamente  sus reales fines y el qué hacer para alcanzarlo mundialmente, aplastar a sangre y fuego el mas mínimo vestigio de soberanía estatal y de libertad nacional de los pueblos y naciones de todo el Orbe. Para  realizarlo todos los medios son dables, en eso no les vale ni ley ni moral alguna: crisis económicas y financieras programadas con miras de socavar y desorganizar las economías nacionales (no importando si son de países del tercer mundo o países imperialistas de tercer grado); pisoteando su propio orden político internacional tradicional, su derecho internacional y a la misma normatura de basamento de existencia de la Organización de las Naciones Unidas; impulsa, ante sí y de por sí, la desestabilización y la subversión armada interna reaccionaria, guerras de agresión y conquista neocoloniales, generalización de la política de depredación y saqueo de las riquezas y recursos naturales, sociales y culturales de los pueblos y naciones víctimas de sus sangrientas brutalidades; refeudalización y compradorización de las economías nacionales; pisoteamiento de las libertades democráticas, dentro y allende a sus propias fronteras, matanzas en masa y oficialización de la violencia y las torturas sin mirar clase social, género o edad.  

Pero, y es lo esencial, al centro de toda esta violencia generalizada y mundializada, cuya mira central es sentar las bases para su gobierno capitalista mundial único, mira que no ha olvidado en momento alguno, su lucha contra su principal enemigo: la clase obrera y su ideal del socialismo. Todo su accionar gira en derredor del desorganizamiento de las filas del movimiento obrero mundial. Lo suyo pues imponerle a la clase obrera un sangrienta guerra contrarrevolucionaria preventiva. Ahogar a la revolución proletaria antes que renazca y derrumbe sus planes de sojuzgamiento mundial.

Esas son sus miras y sus sueños locos, fascistas y antihumanistas. Pero, su misma violencia reaccionaria, sus afanes de recrudecimiento de la esclavitud asalariada y su aplicación del terrorismo en las relaciones entre las clases han terminado por despertar los factores sociales de la revolución. Su agudizamiento artificial de la violencia reaccionaria y contrarrevolucionaria contra las masas ha logrado despertar la disposición de lucha y al relanzamiento del fenómeno que se ha afanado en desarticular, una tercera ola de la revolución proletaria mundial se ha iniciado. Tocar a reunión de las fuerzas revolucionarias proletarias y comunistas.

Y eso involucra unir, política e ideológicamente,  a los movimientos comunistas (mlm), a los movimientos comunistas (mlpm), como a aquellos hoxhistas, con el movimiento social consecuente. Tan diferentes todos en su interpretación y aplicación de los métodos de resolución de la contradicción matriz del cambio socialista urgente. Unir a lo que una vez se dividió, es tarea impostergable y de máxima urgencia y del momento. Unir al proletariado comunista en un solo destacamento internacional, para hacer realidad la conducción de la inevitable revolución proletaria socialista internacional. Se trata, ello cae de su peso, no de una unidad sin principios únicos identificatorios o de unidad porque sí, por el contrario, de debate por la unidad de visión y línea política de clase, unidad de trabajo político-ideológico y de acción política por el cambio revolucionario y socialista inevitable. 

Grecia es la gota que refleja al mar, la incertidumbre y la violencia antirrevolucionaria que  impera en el sistema. Grecia, atenazada hasta la asfixia total por la subversión financiera, con su prolongada lucha revolucionaria de masas y exacerbación de la lucha de clases bordeante  su transformación en guerra social abierta, nos está ofreciendo una lección política, una lección histórica. Aquella de la acción revolucionaria directa de las masas combinadas con las guerras populares revolucionarias en curso, paralelamente  en diversos países del mundo, confirma el aserto histórico de que las masas proletarias y populares saben tomar la iniciativa política y militar, mucho antes que su Dirección política revolucionaria organizada.

Puestas en movimiento de masas, como resultado de la crisis del sistema y de la violencia del Estado desatada, ellas sin dirección comunista revolucionaria en su espontaneidad y de una falsa conciencia de clase recorre viejos caminos ya trillados, repite viejos  errores y forja nuevas ilusiones. La posibilidad, dada por real, imponer con la papeleta electoral su voluntad nacional de cambiar el orden constitucional e institucional vigente. Huérfana de una estrategia revolucionaria de poder ellas, equívocamente, separan gobierno de Estado.

Torcer la barra es lo que toca.

A mí, como probablemente a ti, eso de la política electoralista y el parlamentarismo como estrategia –aunque se esconda tras una aparente ortodoxia a la táctica política parlamentarista leninista, en su momento justa en la Rusia zarista y para el período de la III Internacional, quizás valida aún en algunos países hoy- me pone los pelos del brazo izquierdo de punta. ¡Bueno es un exabrupto personal! Aunque sería bueno, en estos momentos, la intelectualidad marxista-leninista-maoísta abriese un debate-balance, en vista de la experiencia parlamentaria “leninista” de los PC de Francia, Italia, España y otros que por esa vía se deslizaron, vía de su interpretación y aplicación dogmática del parlamentarismo leninista, frustradas sus esperanzas de tomar el poder del Estado por la vía pacífica, electoral, al eurocomunismo esa versión “occidental” del revisionismo moderno, a la renuncia a la revolución proletaria, al renegamiento de la experiencia histórica de la revolución y construcción socialista en Rusia, al marxismo-leninismo y a la concepción leninista misma del Partido Comunista  y de sus tareas hoy.

Habría que preguntarse pues ¿ha llegado ser correcto hoy eso de la vía electoral al poder? Y más en específico: ¿El Parlamentarismo leninista es aplicable hoy? A fin de cuentas nosotros, comunistas revolucionarios, como tampoco Lenin y ninguno de los grandes Maestros del proletariado internacional, no somos electoralistas por principios, somos soldados en activo permanente de la revolución. Por lo que, para nosotros, abstencionismo y participación electoral no están en contradicción estratégica, son dos caras de la misma moneda. Son recursos tácticos necesarios dictados por el nivel de la experiencia, organización política independiente y de conciencia comunista de clase  de las masas en lucha. Haber olvidado esto, en el pasado reciente, llevó a la bancarrota política e ideológica al viejo movimiento comunista internacional.

Mao Tse-tung, por su parte, auténtico marxista-leninista, ha sacado conclusiones innovadoras y avanza una respuesta negativa a ésa última interrogante. De sus palabras debemos extraer la siguiente conclusión valorativa: Al presente los países adelantados de Europa hacen renuncia a la democracia burguesa imperialista y se pasan al fascismo, dejando ser simples potencias coloniales y se subordinan voluntariamente ellas mismas al nuevo orden neocolonial mundial, sus burguesías nacionales imperialistas devienen  marionetas de la oligarquía supranacional, centralmente de aquella estadounidense. De ahí, podemos extraer la conclusión absolutamente justa de la universalidad de la guerra popular.

Esto, visto a la luz de la lección histórica de la universalidad del recurso a la guerra popular para conquistar la nueva democracia y el socialismo y la no opcionalidad de la cuestión de violencia revolucionaria frente a la reclamada revolución “electoral”, de la vía pacífica de la revolución y de la reducción de la cuestión del poder político a la mera cuestión de la conquista de mayoría de los escaños parlamentarios, de largo auténtico suplicio de Tántalo de comunistas y reformistas.

Ya en las primeras décadas del siglo XX, Lenin con respecto a los revisionistas de viejo cuño, encabezados por Eduardo Bernstein y Carlos Kautzky, marcaba la distinción fundamental entre comunistas y renegados. O con la revolución violenta o con la revolución “pacífica”  Hoy el dilema teórico y práctico de dicha cuestión está al día nuevamente. No nos referimos a la experiencia negativa de Allende en Chile, también empecinado en demostrar la factibilidad de la toma electoral del poder, sino a esa que está tomando cuerpo en Grecia, al calor de la movilización y las luchas de masas contra la pretensión de la burguesía transnacional europea de neocolonizarla. Nos referimos a Syriza, segunda fuerza electoral y que posiblemente pudiese, luego de las elecciones de junio del corriente, servir de base a la formación de un gobierno de “izquierda radical”.

La importancia y vitalidad del tema, por ejemplo, ha llevado a la intelectualidad de “marxista” europea a plantear al movimiento revolucionario como tarea política el “apoyar a la izquierda radical griega, y el impulso democrático, antifascista y unitario que la impulsa. Está, en estos momentos, en la punta del combate para sacar a Grecia, y como consecuencia, a Europa, de la pesadilla de la austeridad neoliberal”.

El dilema que se plantea al Movimiento Comunista (Marxista-Leninista-Maoísta), a la luz de nuestros principios universales y de  nuestra línea táctica y estratégica, apoyar al pueblo griego apoyando a Syriza o apoyar por todos los medios al pueblo griego en lucha pese a Syriza, en base a sus elementos políticos revolucionarios más consecuentes.

Syriza es un frente electoral y no un partido revolucionario único o una alianza de partidos revolucionarios, mucho menos un Partido Comunista Marxista-Leninista. Él es una coalición política de partidos reformistas de “izquierda”, democráticos nacionalistas y reagrupamientos políticos menores maoístas y trotskystas. De ahí, pluriideológico y heteroclasista. Amén que se siente orgulloso de su fuente de origen el “movimiento social”, del movimiento global mundialista y no del movimiento obrero griego. Y según apuntes noticiosos de la prensa internacional se puede deducir que él se ha propuesto llegarse al gobierno (“de izquierda”, dicen) para “administrar al Estado” mejor que la burguesía misma. Reformismo burgués mondo y lirondo.

No obstante, Syriza, con su heterogeneidad política e ideológica, con su entrechocar de líneas políticas, con sus diferencias de clase, con su comprensión de que nada está hecho ya  y que todo se está haciendo aún, nos está haciendo llamado a una autocrítica profunda de nuestra recién pasada conducta política. Que es la hora  de una rectificación integral de nuestra concepción organizativa y nuestra conducta estratégica respecto al frente unido necesario. En ello, en lo ideológico no hay ni puede haber retroceso alguno, el marxismo-leninismo-maoísmo es base inconmovible en la unidad, por ende, unidad en lucha para la salvaguardia de nuestros principios generales y particulares. ¿Todo por el frente y nada fuera del frente? Los comunistas somos los más fervientes defensores de la unidad interior en un Frente Unido, cualquiera que sea su naturaleza y objetivos concertados, pero, en ello, no podemos dejar de lado o hacer renuncia “en aras de la unidad” de nuestra independencia ideológica, política y orgánica.

En ello, aceptación y respeto para con la concepción general de nuestros aliados o posibles aliados para un futuro cercano y debate activo por la salvaguardia de nuestra independencia ideológica como partido comunista marxista-leninista-maoísta y como independiente destacamento político de clase proletaria.

Syriza es una experiencia política, ahora de masas, plena de contradicciones conciliables e irreconciliables, aún no salidas a flote plenamente estas últimas, las que inevitablemente al calor del recrudecimiento de la lucha de clases en la sociedad griega estallarán inevitablemente.   

Uno se divide en dos, es ley dialéctica del desarrollo social. El Presidente Mao, al respecto, nos alecciona: en el mundo no hay nada que no pueda dividirse.  Y es cierto, no hay desarrollo en  la sociedad sin contradicción. Sin lucha entre las  clases sociales, sin revolución o guerra revolucionaria, esto es sin guerra civil entre las clases. Dividir y unir están en unidad dialéctica, no hay unidad sin lucha, pero tampoco hay lucha sin unidad. Dime cuál es el enemigo principal concreto, inmediato o general, y la práctica revolucionaria comunista mundial del siglo XX te dirá: ¡dos se reúnen en uno! Que todo depende de las condiciones concreta en que se logra la unidad, de los objetivos políticos revolucionarios comunes que se pretenden alcanzar y del hecho de que los mismos no entraben u obstaculicen las tareas propias del partido revolucionario (comunista) por pequeño que aún sea. Tal es la esencia de la unidad del sujeto político del cambio social revolucionario, la visión dialéctica en el desarrollo y funcionabilidad de la acción política revolucionaria concertada en tal o cual momento político concreto.

Es hora de dejar de pensar que la revolución la haremos solo nosotros, los comunistas; la situación histórica, económica y política, nos impone la evaluación del grado de amplitud o de reducción de las alianzas de clases necesarias para el triunfo de la revolución y, más allá, del éxito de la construcción de la nueva sociedad. Separar a la clase obrera y trabajadores no-asalariados de la alianza antinatura con la burguesía imperialista y/o de la burguesía burocrática semifeudal es un primer momento de nuestra lucha como comunistas por la sociedad comunista; en un segundo momento, unión del proletariado comunista con las fuerzas democráticas revolucionarias de la vieja sociedad para absolver la contradicción del momento o de la etapa dada de la revolución ininterrumpida hacia el comunismo.

¿Podemos imponerles a nuestros aliados o posibles aliados como condición sine qua non tal o cual forma de lucha, nuestro programa de acción y nuestro Programa Político integral? Dar  respuesta a eso no resulta fácil. Hay que ver primero la situación y las condiciones que norman la lucha revolucionaria. Hay aquí cuestiones como a qué nivel de desarrollo ha llegado el Partido, cuál el de su entrelazamiento con la clase revolucionaria, su implantación en el seno de las masas trabajadoras y masas populares, su articulación interna de cuya solidez depende su capacidad de asimilar los golpes del enemigo, su capacidad de recuperación o de devolverlo movilizando a las masas; el cómo enfrenta y resuelve sus contradicciones internas (lucha de líneas); finalmente, su capacidad de asumir la iniciativa político-militar y de pasar a la ofensiva no sólo para derrotar a tal o cual destacamento de las clases reaccionarias, sino para imponer revolucionariamente su autoridad política y estatal. No responder a esto, como a otras interrogantes necesarias, sin subestimar la obligante tarea de propagandizar sobre la inevitabilidad de la violencia revolucionaria y de organizar la revolución, sería hundirnos en el ilusionismo revolucionario y en una autocontemplativa fraseología revolucionaria.

La crisis revolucionaria en Grecia está madura. La revolución pasa por ese momento mismo que precede al parto. Dejarse adormecer, en este momento, por el ilusionismo constitucionalista es desviación de derecha, revisionismo. Dejarse llevar por la frase revolucionarista desviación de izquierda que nos condenaría a abortar la revolución. Es un deber insoslayable, máxime en estos momentos de nacimiento de la revolución, organizar científicamente a los combatientes comunistas y proletarios en Syriza, pese a Syriza o contra Syriza apenas aflore cualquier especie de conciliación o apaciguamiento.