DONDE LLEVA LA BANDERA DE GUEVARA
Algunas reflexiones sobre un diversivo creado por los neorevisionistas y los trotskystas
Por: Giovanni Scuderi
(Documento aparecido en “El Bolchevique” nº 36 del 12 de
Octubre de 1995)
Para nosotros marxistas leninistas es claro como el sol que el pensamiento, la obra, la vida y la figura de Ernesto Guevara, dicho el Che, no tiene nada a compartir con el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, con la revolución socialista y con el socialismo.
No es así para tantos jóvenes que aún al presente descienden a la plaza bajo la bandera del guerrillero argentino y se ponen con orgullo la camiseta en ella estampada su efigie. Para ellos Guevara es un modelo de revolucionario, el ejemplo de imitar y de seguir. En esto favorecidos y estimulados por el PRC (“partido de la refundación comunista”. Ndt.) y por los grupos trotskystas que tienen todo el interés político en desviar a la nuevas generaciones de revolucionarios de la vía maestra de Octubre.
Es necesario, por eso, de parte nuestra decir hasta el fondo que pensamos de Guevara, solicitados en tal sentido también por algunos jóvenes comunistas del PRC, para ayudar a los jóvenes auténticamente revolucionarios a hacerse una idea correcta y de clase de Guevara para no malgastar sus frescas e importante energías detrás de banderas que no llevan a la revolución socialista y al socialismo, y que la práctica ha demostrado ser símbolos del individualismo, del aventurerismo y del trotskysmo.
Respecto a Guevara, como del resto a cualquier personaje histórico, es necesario tener una posición científica y materialista, no infeccionado de idealismo y misticismo, mecho menos de sentimentalismo vivido como “pasión durable”, según una consigna del PRC.
Es necesario siempre analizar la realidad con una visión de clase, atenerse a los hechos, hacer un balance crítico y autocrítico de lo actuado confrontándolo con la experiencia histórica y revolucionaria del movimiento obrero internacional y teniendo presente las enseñanzas del marxismo-leninismo-pensamiento Mao.
Nosotros estamos de acuerdo con Mao cuando afirma que “nosotros no creemos en nada más si no en la ciencia, eso significa que no es necesario tener mitos. Sea para los chinos que para los extranjeros, se trata de vivos y muertos, lo que es justo es justo, lo que es erróneo es erróneo, de otra manera se tiene el mito. Es necesario liquidar los mitos”. (1)
Usando esta llave materialista y de clase, pongámonos ahora algunas preguntas sobre Guevara, sin dejarnos condicionar por su imagen física y por la dramaticidad de su muerte, no por azar tan publicitada por trotskystas y por los neorevisionistas para golpear la imaginación y los sentimientos de los jóvenes revolucionarios en modo de hacer pasar a segundo plano las cuestiones políticas e ideológicas.
La formación
Comencemos condecir algunas cosas sobre su formación. Guevara nace en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928, de una familia burguesa de los cuales recibe una formación burguesa que el cultiva hasta que el llega a adulto. A los 25 años es partidario aún de Freud y del psicoanálisis. Este origen burgués y esta formación burguesa no lo abandonarán jamás. Menos cuando a los 26 años, en Guatemala, lee algunas obras de Marx, Lenin y Mao, y cuando participa, dos años después, inicialmente como médico y después como sostén de Castro, en la revolución cubana.
Aún echándose con alma y cuerpo en la revolución, y dando prueba de abnegación, de espíritu de sacrificio, de coraje y de desprecio por el peligro, ´son estos aspectos que más golpean a los jóvenes revolucionario que no han aún madurado la consciencia de clase y marxista-leninista- el empero no llega a transformar la propia concepción del mundo y a rechazar el individualismo, el idealismo y el aventurerismo de los cuales estaba impre3gnado. También porque su conocimiento del marxismo-leninismo está mediada por los revisionistas y por los trotskystas como Mandel, Karol y Sartre. Y además porque no tenía a su espalda un partido marxista-leninista que lo ayudase a proletarizarse, a tener una concepción proletaria del mundo y a aplicar correctamente el marxismo-leninismo.
Port revolucionario democrático-burgués autodidacta y en medio de revolucionarios de su mismo tipo devenía para él prácticamente imposible ser diverso de aquello que era. Desde siempre él ha sido víctima, antes, durante y después de la revolución cubana, del aventurerismo romántico y del humanismo paracristiano, que de joven le habían llevado a atravesar casi toda América Latina y a laborar, como voluntario, laureado en medicina, en un leprosorio peruano.
La calificación de aventurero se la da él mismo cuando, el 1 de abril de 1963, antes de dejar Cuba para la empresa guerrillera en el Congo (actual Zaire), escribe en una carta a sus padres: “muchos me dirán un aventurero, y lo soy, solo que de un tipo diverso, de aquellos que arriesgan el pellejo para demostrar la propia verdad “. (2).
Con ello confirma que (sus sentimientos, su carácter y su aproximarse hacia la revolución no habían cambiado no obstante hubiesen transcurrido más de 6 años de la victoria de la revolución cubana. Habían permanecido aquellos mismos de 1955, cuando se unió a Castro “por un vínculo de romántica simpatía y la consideración que valía la pena morir en una playa extranjera por un ideal tan puro”. (3)
En la correspondencia con sus padres y familiares aflora más claramente que al centro de su vida está el “yo”, la búsqueda de sí mismo que la causa de la emancipación del proletariado. Seis meses después de la victoria de la revolución cubana, en julio de 1959, escribe a la madre estas palabras: “Soy siempre el mismo solitario de un tiempo, en la búsqueda de mí camino, sin ayuda personal, pero poseyendo ahora el concepto de mí deber histórico, me siento cualquier cosa en la vida, no solo una potente fuerza interior, que siempre he sentido, sino también una capacidad de comprensión por los otros y un absoluto sentido fatalista de mí misión que me corta todo temor” (4).
No es de ahí un azar que en todos sus escritos y discursos ame definirse un “rebelde”, un “revolucionario”, más que un comunista. Con todo parece tomar distancia de los comunistas. En una intervención en la ONU, en diciembre del ’64, afirma: “Mí historia de revolucionario es breve comienza realmente en el “Granma” (el yate en que se habían embarcado los 82 revolucionarios que iban a liberar a Cuba de la dictadura fascista de Batista. N.d.a.) y continúa todavía. No he pertenecido jamás al partido comunista hasta hoy que estoy en Cuba” (5). Y esto mientras agrega inmediatamente después: “Podemos proclamar todos de cara a está Asamblea que el marxismo-leninismo es la teoría política de la revolución cubana”.
En realidad él se acomoda de largo, hasta que no caiga teóricamente y prácticamente en el Trotskysmo, bajo la influencia de José Martí, el líder democrático-burgués de la guerra de liberación nacional cubana contra ellos colonialistas españoles, caído en combate el 19 de mayo de 1895.
Un año después de la victoria de la revolución cubana, estamos exactamente el 28 de enero de 1960, Guevara lo exalta aún en un encuentro de masas: “Martí ha nacido, ha sufrido y a muerto por el ideal que nosotros juntos estamos realizando, y no solo: Martí fue el maestro de nuestra revolución, el hombre a cuyas palabas ha sido necesario siempre recurrir para interpretar justamente los fenómenos históricos que estábamos viviendo, el hombre a cuyas palabras y cuyo ejemplo necesitaba acogerse cada vez que en nuestra práctica se quería decir o hacer cualquier cosa de importancia” (6). De estas palabras resulta claramente que es Martí su modelo de vida, su maestro ideológico y político y su punto de referencia programático, y no los grandes maestros del proletariado internacional y la experiencia histórica de la revolución socialista y de los Estados Socialistas. Y esto no obstante que Alberto Granado, el amigo del viaje realizado en moto por América Latina entre diciembre del 51 y julio del 52, haya asegurado a “Liberación”, órgano del PRC, del 11 de junio de 1995 que “es a partir de la experiencia de Guatemala (en 1954, n.d.a) que el Che ha sentido la exigencia de profundizar el conocimiento del marxismo. Siendo un hombre muy estudioso y profundo, no ha leído manuales, sino directamente los escritos de Mao Tse-tung, de Lenin, de Marx”.
No tenemos ningún motivo para poner en duda esta afirmación. Solo que remarcamos que en el pensamiento y en la obra de Guevara no hay traza de las enseñanzas del marxismo-leninismo-pensamiento de Mao. Lo demuestra también el hecho que uno de sus primeros viajes al exterior, en representación del gobierno cubano, lo hace, en agosto de 1959, a Yugoslavia, el primer Estado revisionista de la historia, ya en ruta de colisión con el entonces Campo Socialista, reportando una buena impresión.
Su biógrafo y estimador, el católico trotskysta Roberto Massai, en su libro “Che Guevara, pensamiento y política de la utopía”, citando un artículo de su héroe escrito en “Verde Olivo” del 23 de noviembre de 1959 nos informa que él ha definido a Yugoslavia, después de haberse encontrado con Tito, “el más interesante de los países socialistas”, también por “complejas e interesantes relaciones sociales”, “el único país comunista que goza de una libertad de crítica muy grande” y exalta la autogestión burguesa definiéndola un “capitalismo empresarial, con una distribución social de las ganancias”. En todo caso es un dato que él inicialmente y por un cierto período apoya y toma como modelo para la construcción del socialismo junto a la Yugoslavia de Tito, el “socialismo” revisionista de Checoslovaquia.
La revolución cubana
Guevara, después de Castro y bajo la dirección de estos, ha dado la contribución más importante a la victoria de la revolución antifascista y antiimperialista cubana. Una revolución atípica, original, respecto a las revoluciones dirigidas por el proletariado y por su partido comunista hasta entonces conocidas, una rfevolución que llega a la victoria en circunstancias particulares y aún fortuitas y en presencia de una situación internacional en las cuales el viento de la revolución soplaba muy fuerte en todo el mundo y el socialismo triunfante enfrentaba, condicionaba y tenía en expectativa al imperialismo. Basta pensar en la subestimación, si no en la simpatía, inicial y hasta la victoria de la cual gozaba por parte del imperialismo USA.
Una revolución iniciada sin una estrategia, una táctica y un programa bien precisos y delineados, caracterizada del espontaneismo y por el voluntarismo, basada exclusivamente en la voluntad revolucionaria, en la capacidades militares y guerrilleras y en el heroísmo individual de una patrulla de 82 hombres, una revolución de cualquier modo que sea no pensada, organizada y programada como una etapa de la revolución socialista. Y aún cuando Castro proclama improvisadamente el carácter socialista, el 16 de abril de 1961, a más de dos años de la victoria, no da una explicación y no expone una estrategia.
“Antes del desembarco del Granma –recuenta Guevara- predominaba una mentalidad que hasta un cierto punto podría llamarse subjetiva: ciega confianza en una rápida explosión militar y fe y entusiasmo de poder liquidar el poder batistiano con una repentina sublevación popular combinada con huelgas revolucionarias espontáneas que habrían llevado a la caída del dictador. El movimiento era el heredero directo del Partido Ortodoxo (un partido burgués cubano en la cual militaba Fidel Castro, n.d.a.), cuya consigna era ‘honor contra dinero’. Esto es la honestidad administrativa como idea principal del nuevo gobierno cubano” (7).
En otros escritos y ocasiones Guevara retorna sobre los mismos conceptos. No tanto para explicar, en sentido crítico y autocrítico, como habían ido las cosas efectivamente, sino para exaltar, teorizar y propagandizar la mentalidad y la acción anarcoide, espontaneísta y aventurerista del grupo dirigente de la revolución cubana.
En una carta a un escritor argentino escribe complacido: “Esta revolución es la más genuina creación de la improvisación… el caos más perfectamente organizado del universo. Y esta revolución es así porque ha caminado mucho más rápidamente que su ideología anterior. En fin de cuanta Fidel Castro era un aspirante a diputado por un partido burgués, así de burgués y así de respetable como podría ser el partido radical en Argentina (un partido expresión de la burguesía media, n.d.a.) que seguía la sombra de un líder desaparecido Eduardo Chibas,…y nosotros, que le seguíamos, éramos un grupo de hombres con escasa preparación política, sólo una carga de buena voluntad y una honestidad congénita. Así gritábamos: ‘En el año 56 seremos héroes o mártires’. Un poco antes habíamos gritado, o mejor había gritado Fidel: ‘honor contra dinero’…
Así ha nacido ésta revolución, así se ha ido creando sus palabras de orden y así se comenzó. Poco a poco, a teorizar en los hechos para crear una ideología que venía a la cola de los sucesos” (8).
En efecto inicialmente grande era el caos ideológico y político en la cabeza de los revolucionarios cubanos. Cuando se encontraban en México y preparan el desembarco a Cuba no excluían a priori ni menos la posibilidad de hacer un golpe, aunque “basado en los principios” y tuviese un programa.
Contestando a un miembro del Movimiento del 26 de julio fundado en 1955 por iniciativa de Castro después del fallido asalto al Cuartel Moncada, que proponía de hacer un golpe en el mismo estilo de Batista (el dictador fascista entonces en el poder en Cuba), Guevara no rechaza la propuesta del todo sino la acepta en determinadas condiciones. Lo recuenta el mismo con estas palabras: “Yo le explicaba que debíamos dar un golpe basándonos en principios, que era además importante saber lo que habremos de hacer una vez al poder” (9).
Los revolucionarios cubanos descubren esa vedad, aún más elemental, ya revelada y teorizada por el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, en la medida que proceden en la revolución y por experiencia práctica. Descubren la necesidad de la reforma agraria por “por una imposición de los campesinos” (10). Comprenden la necesidad de coligarse a la clase obrera y a los trabajadores y de coenvolverlos en la lucha revolucionaria después de una huelga general espontánea desenvuelta en Santiago de Cuba. “Este fenómeno popular –narra Guevara- sirvió a darnos cuenta de la necesidad de insertar en la lucha por la liberación de Cuba al componente social constituido por los trabajadores” (11).
Solo ocho meses antes de la victoria, comprenden la importancia de “de dar a la revolución una teoría y una doctrina” (12). Subentendiendo aquella saldrá de su práctica revolucionaria y no del marxismo-leninismo-pensamiento de Mao. Y lo demuestra también el hecho que ellos consideran la vanguardia revolucionaria no el Partido sino el “Ejército Rebelde” al que educan según las enseñanzas de Martí. Lo explica Guevara con estas palabras: “El Ejército Rebelde es la vanguardia del pueblo cubano y cuando nos referimos a su progreso técnico y cultural, debemos conocer el significado moderno de estas cosas. Hemos comenzado simbólicamente su educación con una Conferencia precedida casi exclusivamente en el espíritu y en las enseñanzas de José Martí” (13).
Indudablemente la revolución cubana constituye una importante victoria del pueblo cubano y de los pueblos de todo el mundo, una gran contribución a la experiencia a la experiencia histórica de la guerra de liberación nacional y de la lucha antifascista y antiimperialista. Pero dadas sus características, particularidad y circunstancias históricas y políticas no podía ciertamente ser teorizada como un modelo valido para todos los pueblos de América Latina y de los otros continentes.
El error capital de Guevara consiste propio en el hecho de no haber comprendido la singularidad y la excepcionalidad de la revolución cubana y de haberle dado un “valor universal” (14) y un “contenido universal” (15) hasta el punto de intentar de exportarla en primera persona. Este no era solo un acto de soberbia y de sobrevalorización de los hechos y de sí mismo. Es sobre todo una violación de las leyes objetivas de la revolución, una tentativa de querer constituir un tercer modelo alternativo respecto a aquellas de la revolución rusa y de la revolución china. En un momento en las cuales, los marxistas-leninistas de todo el mundo, con a su cabeza Mao, se batían contra los revisionistas modernos para hacer afirmar a escala planetaria la vía de Octubre aplicada según las condiciones específicas de cada país.
La concepción de la revolución
Guevara tenía una concepción trotzkysta de la revolución, del todo similar a la llamada teoría de la “revolución permanente”, ya denunciada y desenmascarada por Lenin y Stalin. A su decir la revolución debe ser hecha contemporáneamente en todos los países o en muchos países, debe tener inmediato carácter socialista y puede ser exportada.
Faltando de una visión materialista dialéctica e histórica e ignorando por último la experiencia concreta de las revoluciones históricas y de aquella entonces en acto, no estaba en grado de comprender las diversas fases de la revolución, de distinguir los diferentes tipos de revoluciones –de aquella democrático-burguesa a aquella socialista, a la guerra de liberación nacional-, de saber hacer alianzas adecuadas a las diversas fases y a los diferentes tipos de revoluciones y de coenvolver en este cuadro a las burguesías nacionales antiimperialistas.
En un escrito del 63 afirma: “De cara a este panorama americano parece difícil que la victoria pueda obtenerse y consolidarse en un país aislado. En todos los países en los cuales las represiones alcanzan a niveles insoportables, es necesario izar la bandera de la rebelión y, por necesidad histórica, esta bandera tendrá características continentales. La cordillera de los Andes está llamada a denir la Sierra Maestra de América, como ha dicho el compañero Fidel Castro, y todos los inmensos territorios de este continente devendrán el teatro de una lucha a muerte contra el poder imperialista” (16).
En una famosa carta enviada a la “Tricontinental”, una organización internacional promovida y hegemonizada por Castro y que coordinaba ciertas fuerzas “revolucionarias y antiimperialistas” de Asia, África y América Latina, relanza, profundiza y desarrolla tales conceptos en la tentativa de dictar la línea al movimiento revolucionario mundial. No obstante, que fuese ya fallida su guerrilla en el Congo, y aquella en Bolivia, donde entonces se encontraba, no alcanzaba a descolar..
En la carta, devenida de inmediato el manifiesto del trotzkysmo internacional y de los “ultraizquierdistas” en general se lee: “Las burguesías nacionales (en América Latina, n.d.a.) han pedido toda capacidad de oponerse al imperialismo (si nunca hubiera sido en serio) y constituye, así, el vagón de cola. No hay alternativa más que: o revolución socialista o caricatura de revolución.
En América Latina se lucha con las armas en la mano en Guatemala, Colombia, Venezuela y Bolivia y ya apuntan los primeros focos de lucha en Brasil… Empero en casi todos los países este continente están maduros para una lucha de naturaleza tal, que para salir victoriosa, no puedo proponerse la instauración de un gobierno de tipo socialista… De tiempo lo hemos sostenido que, dada las analogías, la lucha en América adquirirá, a un cierto punto, dimensiones continentales… Nuevos focos de guerra surgirán en este y otros países americanos, como ha sucedido en Bolivia, y se desarrollarán con todas las vicisitudes que este peligroso taller revolucionario0 moderno comporta. Muchos morirán víctima de sus errores…
América, el continente olvidado de las últimas luchas políticas de liberación, que comienza ahora hacerse sentir, a través de la Tricontinental, con la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la revolución cubana, tendrá una tarea muy grande: la creación del segundo o tercer Vietnam (aludía a la potente y victoriosa guerra de liberación nacional entonces en acto en Vietnam, n.d.a.), o del segundo o tercer Vietnam del mundo.
Es necesario, en definitiva, tener presente que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que ocurre necesario derrotarlo en una gran confrontación mundial…
Nuestras aspiraciones, en síntesis, son estas: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más potente: el dominio imperialista de los Estados Unidos de América. Como objetivos tácticos asumimos la liberación gradual de los pueblos, uno a uno, o por grupos, atrayendo al enemigo en una lucha difícil fuera de sus terreno, liquidando sus bases de apoyo: los territorios dependientes…
Como podemos mirar a un futuro luminoso y vecino si dos, tres, muchos Vietnam surgieran sobre la superficie del globo, con sus parte de muertos y de inmensas tragedias, con su heroísmo diario, con sus repetidos golpes al imperialismo, con la obligación, por ello, de dispersar sus fuerzas bajo el choque del creciente odio de los pueblos del mundo” (17).
Nunca antes, sino también sucesivamente, idealismo, subjetivismo, espontaneismo, voluntarismo, aventurerismo, fantasía y lirismo habían prevalecido en símil medida el cerebro de un pequeño burgués revolucionario.
Guevara arriba a tanto inspirado de las lecciones que había tomado de Trotsky el cual, en el 29, así sistematizaba su teoría contrarrevolucionaria y antimarxista-leninista: “La teoría de la revolución permanente, renacida en 1905,… demostraba que en nuestra época la resolución de las tareas democráticas en los países burgueses atrasados, lleva a estos países directamente a la dictadura del proletariado y que esta dictadura pone al orden del día las tareas socialistas. Esta es la idea fundamental de la teoría. Mientras según la opinión tradicional la vía hacia la dictadura del `proletariado debía pasar a través de un largo período de democracia, la teoría de la revolución permanente proclamaba que en los países atrasados la vía hacia la democracia pasaba a través de la dictadura del proletariado… así devendría permanente el proceso revolucionario de la revolución democrática a la transformación socialista de la sociedad…
La revolución proletaria puede permanecer dentro de un cuadro nacional solo como régimen provisional, aún si este régimen se prolonga, como demuestra el ejemplo de la Unión Soviética
Si el Estado proletario continuase a quedar en el aislado, terminaría con el sucumbir a las propias contradicciones. Su salvación reside únicamente en la victoria del proletariado de los países avanzados… La revolución mundial, no obstante los repliegue y los reflujos temporales, constituye un proceso permanente” (18).
Guevara en sus escritos y discursos, por nosotros conocidos, esconde su dependencia ideológica a Trotsky, pero la influencia de esos en su pensamiento y en su obra es más que evidente. Cierto es que lo leía y se inspiraba en Trotsky. En Bolivia, como dice el mismo en su Diario, tenía consigo el volumen “Historia de a revolución rusa” de Trotsky, y se lamentaba de haberlo perdido durante un encuentro armado.
Que diferencia con Lenin que leía las obras de Marx y de Engels sobre el Estado y la revolución mientras preparaba la Revolución rusa, y con Mao que en la base roja de Yenan leía “Los Principios del Leninismo” de Stalin.
El internacionalismo proletario
Los trotskystas y los neorevisionistas han logrado hace penetrar entre los jóvenes una imagen de Guevara de auténtico internacionalista proletario. Pero si vamos a ver como están efectivamente las cosas advertiremos que se trata de una falsa imagen. No es suficiente morir por una causa en cual se cree. Para ser definidos internacionalistas proletarios es necesario que esta causa sea justa, pero también la línea que se persigue y las acciones que se realizan deben ser justas.
Sobre el plano conceptual, el internacionalismo de Guevara es todo otro que proletario. No por azar lo llama “Internacionalismo revolucionario” y no proletario en el comunicado nº 4 “al pueblo boliviano”, que difunde cuando se encuentra en Bolivia.
Su concepción internacionalista es humanitaria, ecuménica, interclasista, absolutamente extraña al marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, y esta prestada de Martí. Lo demuestran estas palabras: “Debemos practicar el verdadero internacionalismo proletario, sentir como una ofensa personal cualquier agresión, cualquier ofensa, cualquier acción que vaya contra la dignidad del hombre, contra su felicidad en cualquier parte del mundo…
Debemos tener siempre alta la misma bandera de dignidad humana que alzó nuestro Martí, guía de muchas generaciones, presente hoy con su frescura de siempre en la realidad de Cuba: ‘cada hombre verdadero debe sentir sobre su mejilla la bofetada dada a la mejilla de cualquier hombre” (cita de Martí, n.d.a.)” (19).
Cuando después pasa a las propuestas a escala internacional, cae de inmediato en el aventurerismo y en la provocación. He aquí un párrafo de su carta a la “Tricontinental” que pone los pelos de punta: “En necesario desarrollar un auténtico internacionalismo proletario, con ejércitos proletarios internacionales en cuya bandera bajo la cual se lucha sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de modo de morir bajo la enseña de Vietnam, de Venezuela, Guatemala, Laos, Guinea, Colombia, Bolivia, Brasil, para no citar más que los actuales teatros de la lucha armada, sea igualmente glorioso y deseable para un americano, un asiático, un africano y aún un europeo” (20).
Sobre le plano práctico, el internacionalismo de Guevara es funcional al hegemonismo, al chovinismo y al colonialismo de Cuba, sea él consciente o no. La exportación de la guerrilla en Congo y en Bolivia, en último análisis no era más en efecto que de Cuba en aquellos países. Este designio aparecerá más claro en los años siguientes cuando Castro enviará “ayudas” militares y tropas armadas a los régimenes filosoviéticos de África, como eran entonces de Angola y de Etiopia.
El revisionismo moderno
En los años vividos por Guevara como un revolucionario –de 1956 al 67-, entonces el movimiento comunista internacional y el campo socialista eran sacudidos por una lucha titánica de los marxistas-leninistas contra los revisionistas modernos en defensa del socialismo, de la teoría revolucionaria proletaria, de la revolución mundial y para desarrollar la lucha de los pueblos contra el imperialismo.
En Moscú, en 1957 y en 1960, se habían desenvuelto os Conferencias internacionales, la primera de un grupo restringido de Partidos Comunistas y la segunda de bien 81 Partidos Comunistas, para tratar la cuestión del revisionismo y los problemas inherentes a la lucha revolucionaria. El revisionismo había sido señalado por todos como el peligro principal, aún si la mayor parte lo había hecho solo de palabra. Por ambas parte, por aquella marxista-leninista y por aquella revisionista enmascarada se hablaba y se luchaba en nombre de la lucha contra el revisionismo y en defensa del marxismo-leninismo. Ninguno osaba definirse revisionista y aceptaba de ser acusado de revisionismo. El revisionismo, entonces, era considerado por todos, aún por los mismos revisionistas, una mancha infamante.
Se trataba de una lucha similar y de la misma importancia histórica, ideológica y política de aquella de Lenin y Stalin al inicio del siglo (se refiere al siglo XX, n.d.t.) contra la socialdemocracia. Una lucha que exigía la unidad militante y el concurso activo de todos los verdaderos marxistas-leninistas del mundo, pero que era desertada por Guevara. También él a hecho de peor, al lado de Castro y bajo su dirección, ha desviado la atención de los movimientos revolucionarios del conflicto ideológico y político al guerrillerismo, sustrayendo y disperdiendo así las fuerzas que podían dar una fuerte contribución al triunfo del marxismo-leninismo sobre el revisionismo moderno.
En particular, antes que desenmascarar ideológicamente a los partidos revisionistas filosoviéticos de América Latina y contribuir al nacimiento y desarrollo de Partidos Marxistas-Leninistas, él oportunistamente no se ha empeñado en este frente dejando a los sinceros comunistas y a las masas revolucionarias en manos de los revisionistas y lanzándose, y exhortando a los otros a imitarlo, en acciones guerrilleras de pequeño grupo aventurerista y sin salida. Que se pueden paragonar, en ciertos aspectos, a aquellas de las sedicentes “Brigadas Rojas”. Sólo que estas se mueven en la ciudad y eran dirigidas contra autoridades burguesas singulares y aquellas al contrario se desenvuelven en la montaña y eran dirigidas contra el ejército gobiernista.
NO obstante se hubiese encontrado en Pekín con Mao en noviembre de 1960 y que hubiera visto con sus propios ojos los preparativos, y después la explosión, de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China, él permanece completamente sordo a todo llamado proletario revolucionario y a la necesidad de la lucha contra el revisionismo moderno, sin la cual es imposible combatir al capitalismo y al imperialismo, hacer, desarrollar y vencer en la revolución.
A cuanto nos resulta, en sus obras, escritas y orales, el revisionismo es citado una sola vez, pero en modo genérico, no cualificado, de huida y referido exclusivamente a la necesidad de crear un “hombre nuevo” en Cuba.
En aquella intervención, era marzo del 6t5 y ya Brezhnev había sucedido de tiempo a Kruschev, él ve el peligro del dogmatismo y de la “debilidad” y no aquel del revisionismo de derecha. En efecto dice: “En las actuales circunstancias allí están los peligros. No sólo existe el peligro del dogmatismo… sino existe también el peligro de la debilidad (aquella de la corrupción, n.d.a.) en la cuales se puede caer” (21).
Por un cálculo hegemónico y en la tentativa de crear una central internacional, un tercer polo, que tuviese por jefe a Cuba y que fuese capaz de coenvolver al Vietnam del Norte y a la República Popular de Corea, el declara abiertamente de no querer ubicarse en el conflicto entre China y la URSS, esto es en el conflicto entre marxismo-leninismo y revisionismo, e invita a todos los movimientos revolucionarios del mundo a hacer otro tanto.
Una primera vez lo hace en New York, en una entrevista concedida a la CBS el 14 de diciembre de 1964, en la cual dice: “Existe un conflicto (entre la URSS y China, n.d.a.), un conflicto ideológico que todos conocemos. Hemos declarado nuestra posición en el sentido de la unidad de los países socialistas. (Recordemos que Mao había ya dicho pocos meses antes que la URSS no era más un país socialista, sino una ‘dictadura de la burguesía, una dictadura de tipo fascista alemán, una dictadura de tipo hitleriano’, n.d.a.,) La unidad es la primera medida –continúa Guevara- y sostenemos siempre que la unidad es necesaria… No tomamos parte en la controversia porque allí hay problemas muy específicos” (22).
Casi tres años después, en la sede de la “Tricontinental”, relanza el mismo discurso, agravándolo. “Es hora de aplanar nuestras divergencias, afirma él, y poner todo al servicio de la lucha. Que grandes controversias agiten el mundo que lucha por la libertad, todos los sabemos y no podemos esconderlo. Que hayan asumido un carácter y una agudeza tales que el diálogo y la conciliación aparezcan extremadamente difícil, si no imposible, igual lo sabemos…
Dada la virulencia y la intransigencia con los cuales cada uno defiende la propia causa, nosotros desheredados no podemos tomar posición, por la una o la otra forma de manifestación de las divergencias, aunque si a veces convengamos con alunas afirmaciones de la una o de la otra parte, o, en mayor medida, con aquellas de una parte más que de la otra” (23).
En la misma ocasión, contra la evidencia de los hechos, arriba con todo aponer sobre el mismo plano la China de Mao y la URSS de Brezhnev causando un daño incalculable a la causa del socialismo. Estas sus palabras verdaderamente imperdonables: “Son otro tanto culpables esos (la URSS, n.d.a.) que en el momento decisivo vacilaron en hacer de Vietnam una parte inviolable del territorio socialista, corriendo así el riesgo de una guerra mundial, pero obligando a una decisión a los imperialistas USA. Y son culpables aquellos (China, n.d.a.) que continúan una guerra de insultos y golpes de punzones, iniciada ya desde tiempo por los representantes de las dos máximas potencias del campo socialista. Pedimos, exigiendo una respuesta honesta ¿si se encuentra o no aislado Vietnam, en peligroso equilibrio entre las dos potencias en lucha?” (24)
Un discurso este que manda en embelesados a los trotskystas y los oportunistas de “izquierda” de todos los colores y que viene inmediatamente exaltado y difundido en Italia por el magnate “ultraizquierdista” Giangiaomo Feltrinelli, por el editor trotskysta Giulio Savelli ahora en Fuerza Italia, y en Europa y en el mundo por el provocador Régis Debray, ya socialista francés, amigo de Castro y Guevara, sospechoso de agente de los servicios secretos franceses devenido después “consejero” de Mitterrand, cuando era Presidente de la República, y ahora simpatizante de Chirac, sucesor de Mitterrand.
Finalmente los falsos revolucionarios, y la pequeña burguesía revolucionaria, habían encontrado en Guevara aquella nueva bandera de la cual habían necesidad para abatir las banderas de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao.
La clase obrera y el Partido
En las teorizaciones de Guevara hay poco puesto para la clase obrera y para el partido de la clase obrera. Sus atenciones mayores están todas dirigidas al hombre y a la “vanguardia guerrillera”, no a la clase obrera y a su partido. Como el papa y los ideólogos burgueses, él centra su discurso sobre el hombre en general, no cuidándose de su origen y colocación de clase. “Nuestra misión –él afirma- es aquella de desarrollar al hombre y eso que de noble allí está en cada uno” (25).
Consiguientemente se dedica por dar a las nuevas generaciones una educación humanitaria. En una concentración de jóvenes comunistas le da esta consigna: “Cada joven comunista debe ser profundamente humano, así de humano para reasentar la perfección, elevar al hombre mediante el trabajo, el estudio, el ejercicio de la solidaridad continua con el propio pueblo y con todos los pueblos del mundo, desarrollar al máximo la propia sensibilidad hasta sentirse angustiado cuando un hombre es asesinado en cualquier ángulo del mundo” (26).
Cuando habla del hombre parece de sentir hablar al papa, por último en ciertas invocaciones. Como cuando cierra la carta del título “El socialismo y el hombre en Cuba” con esta estupefaciente botaratada. “Acepta nuestro saludo ritual, como una estrechez de mano o un ‘Ave María Purísima’” (27).
En esta carta encontramos otras perlas del tipo “La última y más importante ambición revolucionaria es ver al hombre liberado de su alienación… el hombre en el socialismo… alcanzará la plena conciencia de su ser social, lo que equivale a su plena realización como criatura humana, rotas las cadenas de la alienación. Esto se traducirá en concreto en la readquisición de la propia naturaleza por medio del trabajo liberado, y en la expresión de la propia condición humana a través de la cultura y el arte…
Desde mucho tiempo el hombre busca liberarse de la alienación por medio de la cultura y el arte. El muere cada día durante las ocho y más horas en las cuales actúa como mercancía, para después resucitar en su creación espiritual. Empero este remedio lleva consigo los gérmenes de su enfermedad: es un ser solitario el que busca la comunidad con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida por el ambiente, y reactúa de cara a las ideas estéticas como un ser único cuya aspiración es permanecer inmaculado…
Es el hombre del siglo XXI aquel que debemos crear, si bien esta sea aún una aspiración subjetiva y no sistematizada…
La tarea del revolucionario de vanguardia está al mismo tiempo magnífico y angustioso. Déjenme decir, a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario es guiado por grandes sentimientos de amor… Nuestros revolucionarios de vanguardia deben idealizar este amor por la humanidad, por la causa más santas, y hacerlo único, indivisible. No podemos descender con la pequeña dosis de amor cotidiano en los lugares dónde el hombre común lo ejercita…
Es necesario poseer una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de justicia y de la verdad para no caer en excesos dogmáticos, en fríos escolasticismos” (28).
Guevara, en último análisis, hablando del hombre, según esquemas humanitarios burgueses, idealistas y no materialistas, en realidad habla de los problemas de los pequeños burgueses y aludía a las libertades democrático burguesas que quería existiese en el socialismo.
Él demuestra tener más confianza con los problemas existenciales, que con aquellos de la clase obrera de la cual ignora completamente las características, el papel, las funciones y las tareas. No habiendo tenido la clase obrera –también por culpa del viejo partido comunista cubano revisionista y filo soviético- un papel hegemónico y fundamental en la revolución y en la construcción del socialismo en Cuba, él no la comprende, no la considera y no la valoriza mucho. Algunas veces sin rodeos la ataca, como cuando afirma: “En esta fase (aquella de la industrialización, n.d.a.), el papel de la clase obrera deviene decisivo. O la clase obrera comprende perfectamente todos sus deberes y la importancia decisiva de este momento, y vencemos, o no la comprende, y la industrialización restará uno de las tantas flojas tentativas hechas en América Latina por sustraerse al yugo colonial…
Queda empero en la clase obrera mucho de aquella mentalidad que se limitaba a poner en luz una sola diferencia, de un lado el obrero y del otro el patrón, una mentalidad simplista que conducía todos los análisis a aquella única gran división obrera y patrones” (29).
Acerca de las tareas de la clase obrera en el socialismo, él la reduce sustancialmente a una sólo: trabajar para crear más riquezas. ¿Cuál es entonces la diferencia entre socialismo y capitalismo? Aquí sus palabras textuales: “Reasumiendo, y, si, me lo permiten, reafirmándolo una vez más, los deberes de la clase obrera son: producir, recordándonos que cosa significa producir, sin despidos; producir más, para crear más riquezas que se transformarán en mayores fuentes de trabajo; economizar todo lo más posible, no sólo a nivel estatal, sino en cualquier sector en la cual la economía signifique verdaderamente una economía nacional; intensificar la vigilancia revolucionaria para descubrir, y eso es lo que más importa, nuevos recursos y nuevos modos de trabajar que consientan de ahorrar con ventaja de la nación; organizarse, organizarse para poder cumplir el esfuerzo más productivo en el empeño colectivo de la industrialización” (30).
El ejercicio del poder político por parte de la clase obrera no hacía parte de los planes inmediatos de Guevara. A un año y seis meses de la victoria de la revolución todavía la clase obrera no estaba en el poder y Guevara se propone dárselo en un futuro indefinido.
“El consejo técnico asesor (el consejo de consulta técnica, n.d.a.) es pues el laboratorio experimental –dice Guevara- en el cual la clase obrera se prepara para las grandes tareas futuras de la dirección general del país… La administración revolucionaria (de las empresas públicas, n.d.a.) debe laborar para que sus técnicos permanezcan en el país, realicen un cambio ideológico que permita a ellos no solo de trabajar, sino de trabajar con entusiasmo para la revolución, y debe tratar de hacerles identificar con la clase obrera que es la clase llamada a regir la suerte del país en el próximo futuro” (31). Este “próximo futuro” ha pasado en vano porque la clase obrera no nunca ido efectivamente al poder en Cuba.
Que Guevara no tuviese confianza en la clase obrera está demostrado aún por el hecho que él no pone nunca en primer plano el partido de la clase obrera, esto es al partido marxista-leninista. No tiene conciencia, no comprende su importancia. De él habla poco y cuando el habla altera los contenidos, las características, el papel y la composición, buscando de adaptarlo a los cánones burgueses, trotskystas y anarquistas. Lo testimonian las siguientes afirmaciones, que van empero leídas atentamente a la luz de las enseñanzas de Lenin, Stalin y Mao sobre el Partido, de otro modo no se llega a revelar las contradicciones con ellos: “El Partido del futuro –sostiene Guevara- estará íntimamente ligado a las masas, y absorberá de ellas las grandes ideas que después se plasmaran en directivas concretas; un partido que aplicará rígidamente la propia disciplina según las reglas del centralismo democrático y, al mismo tiempo, un partido en cuales existan siempre discusión, la crítica y la autocrítica abierta, para mejorar continuamente el trabajo. Será en esta fase un partido de cuadros, de los mejores hombres, y estos últimos deberán cumplir su tarea dinámica al estar en el contacto con el pueblo, de transmitir las experiencias a esfera superiores, de transmitir a las masas las directivas concretas y ponerse en a la cabeza de ellas. Primeros en el estudio, primero en el trabajo, primeros en el entusiasmo revolucionario, primeros en el sacrificio, en cada momento los cuadros de nuestro partido deben ser más buenos, más puros, más humanos que todos los demás…
El marxismo no es una máquina automática y fanática, dirigida, como un cohete, mediantes auto comandos hacia un objetivo determinado. De este problema se ocupa expresamente Fidel (Castro, n.d.a) en una de sus intervenciones: ¿Quién ha dicho que el marxismo es renuncia a los sentimientos humanos, al camaraderismo, al amor por el compañero, a la consideración por el compañero? ¿Quién a dicho que el marxismo es no tener alma, no tener sentimientos? Si fue precisamente el amor por el hombre lo que generó al marxismo, fue el amor por el hombre, por la humanidad, fue el anhelo de combatir la infelicidad del proletariado, el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el calvario y la continua explotación directa del proletariado, que hizo surgir en la mente de Karl Marx el marxismo, exactamente cuando el marxismo podía surgir, cuando podía surgir una posibilidad real y, más que una posibilidad real, la necesidad histórica de la revolución social de los cuales se hizo interprete Karl Marx. Pero ¿qué cosa le hizo ser aquel interprete, si no la riqueza de sentimientos humanos de humanos como él, como Engels, como Lenin?” (32).
En verdad a Guevara no le iba ya la idea de asignar al partido de la clase obrera el papel dirigente de la revolución cubana. La concepción del Partido marxista-leninista no hacia parte de su bagaje cultural y de su experiencia práctica. El hecho que la revolución cubana hubiese sido hecha sin la dirección del partido de la clase obrera le había quedado tan impreso de convencerlo de que tal partido no sea absolutamente necesario y que su papel pueda ser asumido de la “vanguardia guerrillera”.
Esta concepción estaba en él tan enraizada de llevarlo a teorizarla, a generalizarla y a propagandizarla como un modelo universal, en particular para América Latina. De hecho, si no en la intenciones, se pretendía de hacer pasar una excepción como una regla, tirando al aire un patrimonio revolucionario común a todo el proletariado mundial ahora adquirido y probado con éxito en muchos países.
Guevara coge así toda las ocasiones útiles, al interno y a lo externo de Cuba, para propagandizar (…) su línea guerrillera. Reentrado a Cuba, después de haber visitado desde octubre a diciembre de 1960 diversos países socialistas de Europa y Asia, entre los cuales China y la URSS, no tiene mínimamente en cuenta los resultados de la Conferencia de los 81 Partidos Comunistas apenas concluida en Moscú, resultados que exaltan el papel de los Partidos Comunistas y señalan al revisionismo como peligro principal, y aún una vez reafirma su teoría del papel dirigente de la “vanguardia guerrillera”.
“Nosotros retenemos, él dice, que la revolución cubana ha dado tres contribuciones fundamentales, ya conocidas, cosas no nuevas, que se han verificado aún en otros países, pero que nosotros en América, recuperamos, en cuanto no teníamos conocimiento exacto, teórica, de contribución de otras partes.
Nosotros pensamos que el foco insurreccional acelera la creación de las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para la toma del poder, creíamos también, ponderadamente, no es esto un hecho de fe, que la revolución debe hacerse en los países subdesarrollados de América, basándose, fundamentalmente, en la clase campesina, en casi todos, naturalmente esta no es una aserción de carácter absoluto, se refiere a los países de América en general, esto sí, y que, partiendo de los núcleos rurales, de pequeños grupos, deviniendo más numerosos a través de la lucha y apoderándose de las ciudad desde el campo será posible alcanzar la victoria” (33).
Con esto se retorna al punto de partida: a la exaltación del individuo, del pequeño grupo guerrillero y no a la clase obrera y a su partido. La experiencia cubana habría demostrado la no necesidad del partido. ¿Por qué entonces otorgar al partido aquel papel que puede desempeñar la “personalidad”? “La personalidad –sostiene Guevara- tiene el papel de movilización y de dirección porque encarna la más alta virtud y aspiraciones del pueblo, y no si se aleja de la justa ruta·” (34). En suma ¿qué necesidad hay del partido cuando allí están “personalidades”· como Guevara y Castro?
Las primeras células del partido de Castro, en el cual confluyeron el partido comunista revisionista, el Movimiento del 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el partido socialista popular, vienen creadas en 1962. Este partido en un primer momento se llama Organización Revolucionaria Integrada, después Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba y finalmente Partido Comunista de Cuba.
El primer Comité Central y el primer Buró Político de este partido vienen constituidos oficialmente el 1 de octubre de 1965. El primer Congreso del Partido Comunista de Cuba se desenvuelve en diciembre de 1975, bien 17 años después de la victoria de la revolución cubana. Están presente casi todos los partidos revisionistas del mundo, comprendido aquellos de Yugoslavia y de Italia, pero no el Partido Comunista chino que no envía ni un mensaje de saludo. En los discursos oficiales de Fidel Castro y Raúl Castro Ruz se aprecian los hosannas a la URSS revisionista y socialimperialista, mientras muchos son los ataques indirectos a Mao.
El socialismo en Cuba
El 16 de abril de 1961 Castro proclama oficialmente el carácter socialista de la revolución cubana, en respuesta a la invasión mercenaria de Playa Girón promovida y apoyada por el imperialismo USA encabezado por Kennedy. El inicio de la revolución socialista viene hecho resalir a octubre de 1960.
En la construcción del socialismo Guevara ocupa puestos y desempeña funciones de fundamental importancia en las relaciones exteriores, en el campo militar y sobre todo en el frente económico. En septiembre del 59 es nominado jefe del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, dos meses después deviene Presidente de la Banca Nacional y en febrero del 61 es nominado ministro de industria.
Aún en esta fase, él continúa siendo el sostén de Castro. Le reconoce abiertamente la autoridad y la dirección. Con él comparte la política interna y exterior. Apoya todas sus decisiones, incluso la alianza subalterna primero con Kruschev, el restaurador del capitalismo en la URSS, y después con Brezhnev, la instalación aventurera de los misiles soviéticos en Cuba y la ruptura con la China de Mao. El es el portavoz y el abrivista. Entre los dos había una perfecta sintonía y una calculada división de tareas, en base a los diversos roles que desempeñaban en el partido y en el Estado.
Todo esto está documentado en la carta de despedida que Guevara escribe a Castro, presumiblemente en marzo-abril de 1965, poco antes de partir para la misión guerrillera en el Congo ex belga actual Zaire. En ella se lee: “Mí único error de una cierta gravedad ha sido aquello de no haber tenido confianza en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y de no haber comprendido con suficiente rapidez tus cualidades de dirigente y de revolucionario.
He vivido días magníficos y a tú lado he sentido el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe (en consecuencia de la instalación de los mísiles soviéticos en Cuba, n.d.a.).
Pocas veces un estadista ha brillado de una luz más que en aquellos días; me enorgullece también el pensamiento de haberte seguido sin vacilación, identificándome con tú manera de pensar y de ver y de valorizar los peligros y los principios…
Te agradezco por tus enseñanzas y por tú ejemplo a los cuales trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis acciones; me siempre identificado con la política exterior de nuestra revolución y continuo a hacerlo, por donde ande sentiré la responsabilidad de ser un revolucionario cubano y como tal actuaré” (35).
Guevara no tenía una idea clara y correcta de la construcción del socialismo.. Aún en este campo no tiene en cuenta la experiencia histórica del socialismo y de la teoría marxista-leninista. Así que oscila entre los revisionistas de derecha y aquella de “izquierda”.
De una parte entendía aplicar la Dictadura del proletariado sobre las masas sosteniendo que “es la dictadura del proletariado que se ejercita no sólo sobre la clase derrotada, sino también sobre cada individuo de la clase vencedora” (36). Mientras de la otra, como Kruschev, quería dar todo el poder al pueblo, antes que a la clase obrera, y por eso exaltaba el hecho que en Cuba avanzaba “la afirmación siempre más positiva del pueblo como guía de esta nación; vale decir, el pueblo al poder” (37).
El fuerza los tiempos, quema las etapas anticipando voluntaristamente situaciones y realizaciones no aún maduras y actuables.
Sobre el plano económico sostenía el superamiento de las leyes del valor en el socialismo, cuando por el contrario ella está objetivamente aún activa mientras en tanto subsistiese una cualquier forma de producción mercantil, de intercambio por medio de compra-venta. Como demuestra la experiencia concreta del socialismo, vivientes Lenin, Stalin y Mao, la ley del valor reguladora de la producción, que es desenvuelta contrariamente a la planificación. Sólo en el comunismo podrá ser superada completamente la ley del valor.
Idealistamente y demagógicamente él niega la ley del valor no sólo en Cuba, no sólo en el comercio entre los países socialistas, sino también en el comercio entre estos y los países del Tercer mundo, en consideración del hecho que “el costo del progreso de los países subdesarrollados debe ser soportado por los países socialistas” (38).
Ciertamente el internacionalismo proletario no se puede basar sobre la ley del valor, pero no se la puede ignorar, de otra manera se manda patas al aire el socialismo en cuatro y cuatro ocho.
Las leyes objetivas para Guevara son como si no existieran. Para él todo nacería de la sola voluntad del hombre. Bastan las intenciones para tener aquello que no está. Igual el comunismo. Esto cuanto nos dice en propósito: “Nosotros lo hemos comenzado a hablar desde hace poco tiempo, pero en la revolución del comunismo que es ahora nuestra meta somos relativamente muy jóvenes. Hemos cumplido apenas cinco años de revolución. No hemos pasado de tres años de la declaración de su carácter socialista. Estamos en pleno período de transición, etapa preventiva de construcción para pasar al socialismo, y de aquí a la construcción del comunismo. Pero nosotros nos hemos prefijado como objetivo la sociedad comunista. Y aquí frente a nuestros ojos – no importa que la distancia sea muy grande y que el largo camino no podrá ser recorrido en un año o dos, todos los sabemos- está ya la nueva sociedad, absolutamente nueva, sin clases, y de ahí sin dictadura de clases” (39).
Él estaba convencido que Cuba era la vanguardia revolucionaria del mundo, y por eso quería que fuese la primera en alcanzar en poquísimos años aquella meta que ninguno antes había alcanzado, ni por la URSS de Lenin y Stalin en treintiseis años de socialismo. Tanto es verdad que consideraba a Cuba como “una colina que funge de puesto de avanzada, una colina que abraza vastísima distancia de un mundo de al economía ditorcida como América Latina, que lanza su mensaje y con su ejemplo ilumina a todos los pueblos de América. Cuba tiene una gran valor estratégico para los dos contendientes que en este momento se disputan la hegemonía en el mundo: el imperialismo y el socialismo” (40).
La guerrilla en Congo y Bolivia
Guevara corría tanto con la mente y la fantasía como estaba condicionado por sus sentimientos humanitarios y pequeñoburgueses y por su formación idealista y no marxista-leninista como separarse de la realidad, hasta el punto de exportar la guerrilla primeo al Congo y después en Bolivia, cometiendo los errores más gruesos e imperdonables, en daños de la causa del socialismo, del proletariado y de la revolución.
En la historia de las revoluciones de cualquier tipo no se había visto jamás que un puñado de guerrilleros extranjeros haya hecho y vencido en una revolución en nombre y por cuenta del pueblo que se quería liberar. Y, que este pueblo al final haya abrazado la causa de los liberadores extranjeros.
Pero Guevara, moderno Don Quijote, como el mismo se autodefinía en la carta de despedida de abril de 1965 a sus padres ya citada, quiere “demostrar” personalmente la “propia verdad”, que es posible suscitar la revolución del pueblo a través de la acción de un grupo guerrillero extranjero. Al contrario va al encuentro de dos clamorosas derrotas que constituyen la piedra tumbal del guevarismo, una versión del trotskysmo de los años 60 y 70.
Él entre otra, se mueve en el terreno práctico no teniendo a su espalda una teorización suficiente, creíble y correcta. Menos su escrito de 1960 “La Guerra de Guerrilla” puede sr considerado satisfaciente y aceptable. No allí se encuentra la menor traza de los potentes escritos militares de Mao.
La indicaciones que él da son exclusivamente de tipo militar, técnico, práctico. Absolutamente carentes en los planos políticos, estratégico y táctico. Citemos algunas perlas.
Hablando del ideal del guerrillero afirma: “Este ideal es simple, puro, sin grandes pretensiones y, en general, no va muy lejos pero es tenaz y claro que es posible sacrificarle la propia vida sin vacilar mínimamente.
Para la casi totalidad de los campesinos, está el derecho de tener un pedazo de tierra propia para cultivar y gozar de un tratamiento social justo. Para los obreros, es tener un trabajo, recibir un salario adecuado y también él, un tratamiento justo. Entre los estudiantes y entre los profesionistas se encuentran ideas más abstractas, como el significado de la libertad por la cual combatir” (41).
En un mensaje del 67 a los mineros bolivianos sostiene que “la lucha de masas en los países subdesarrollados, de mayoría campesina y con un extenso territorio, debe ser desarrollada por una pequeña vanguardia móvil, la guerrilla, radicada en el seno del pueblo. Esta ira adquiriendo fuerza a expensa del ejército enemigo, y catalizará el fervor revolucionario de las masas hasta crear la situación revolucionaria en el cual poder caerá de un solo golpe, bien asestado y en el momento oportuno” (42).
A un guerrillero de Guatemala que le saludaba antes de dejar Cuba no sabe más que darle este consejo militar: “Me limitaré a recomendarle insistentemente tres puntos: movilidad constante, desconfianza constante, vigilancia constante” (43).
Guevara era el teorizador y el exportador material del guerrillerismo, pero detrás de él estaba Castro, el cual concordaba la misión en Congo y en Bolivia. Si no era el inspirador. Lo testimonia él mismo, en una entrevista relanzada a Gianni Minà en junio de 1987, con estas palabras: “Yo mismo había sugerido al Che de tomar tiempo con los proyectos de América Latina, de esperar… Así lo designamos responsable del grupo que fue a ayudar a los revolucionarios del actual Zaire… Después del período transcurrido en Zaire el Che… no quería tornar a Cuba porque le embarazaba retornar después de la publicaciones de su carta (de despedida a Castro, n.d.a.)…
Había escogido el territorio (en Bolivia, n.d.a.) y había elaborado su plan de lucha. Nosotros le dimos la cooperación y el apoyo para poner en acto la idea…
Nosotros con gran lealtad, hemos dado al Che toda la ayuda que nos había pedido, los compañeros que nos había pedido, una colaboración total… Lo ayudamos, y ayudamos en una empresa que creíamos fuese posible. No habríamos podido en alguna cosa imposible, cualquier cosa en la cuales no hubiésemos creído… El Che se comportó así y yo compartí su escogencia” (44).
La responsabilidad de las dos provocadoras aventuras trotskystas en tierras extranjeras sean de ahí distribuidas equitativamente entre ambos líderes históricos de la revolución cubana.
Para comprender en que situación se había metido Guevara, cuanto él fuese extraño no sólo al pueblo congolés sino a los mismos revolucionarios congoleses y las dimensiones de fracaso de su misión, es suficiente reportar unos pocos fragmentos con que concluye su diario, hecho público y publicado recientemente.
El primero: “Hemos continuado en la tentativa de enrolar con todos los medios a los congoleses en nuestro pequeño ejército y de darles rudimentos de instrucción militar, para tratar de salvar con aquel núcleo la cosa más importante, el animo, la presencia del sentimiento revolucionario…
Hacia ellos sentía toda la impotencia que dada la falta de comunicación directa; habría querido infundirles todo eso que realmente intentaba, pero aquella suerte de transformación que era la traducción, de ahí el mismo color de mí piel, anulaban todo esfuerzo. Inmediatamente a una de sus frecuentes trasgresiones (se habían rehusado trabajar, cosa que constituía una característica típica), yo he hablado con ellos en francés, enfurecido; yo he dicho las cosas más tremendas que he llegado a encontrar en mí descarnado vocabulario y, al colmo de la rabia, h agregado que hubiera sido mejor ponerse una saya y a cargar yuca con las cestas (un trabajo preferentemente femenino), porque no servían para nada, hubiera preferido formar un ejército sólo de mujeres, que no con individuo como ellos; mientras el traductor repetía mí desahogo en swhili, todos los hombres me han escuchado y han estallado a reír ruidosamente” (45).
El segundo fragmento, es aquel del adiós: “Durante aquellas últimas horas de permanencia en el Congo me sentido muy solo como nunca antes, ni en Cuba ni en ningún otro lugar donde me hubiese conducido mí peregrinaje, me he encontrado así solo”…
Esta es la historia de un fracaso… Los protagonistas y los relatores son extranjeros que han arriesgado la vida en un territorio desconocido, donde se habla una lengua diversa y al cual le unen solamente los ligámenes del internacionalismo proletario, inaugurando un método no practicado en las guerras de liberación modernas… Más correctamente esta es la historia de una descomposición…
Me toca en este punto el análisis más difícil, aquello de mí comportamiento personal. Profundizando hasta donde soy capaz de autocrítica. He llegado a as siguientes conclusiones: desde el punto de vista de los comandos de la revolución, he estado obstaculizado por la manera ante todo anómala como he entrado al Congo y no he sido capaz de superar tal inconveniente. En las relaciones he tenido un movimiento inconstante; por mucho tiempo he tenido una posición que podría ser definida excesivamente complaciente, y a veces me he dejado llevar por explosiones de rabia que herían; de ahí esta es una de las características innata…
En cuanto a los contactos con mis hombres creo de haberme suficientemente sacrificado para que ninguno pueda imputarme nada desde el punto de vista personal y físico, pero en el Congo mí dos debilidades fundamentales eran satisfechas: el tabaco, que me ha faltado bien poco, y la lectura, que sido siempre abundante… Sobre todo el hecho de retirarme rápido, huyendo de los problemas cotidianos, tendía a alejarme del contacto con los hombres, sin contar que aquí ciertos aspectos de mí carácter que no hacen fácil la intimidad con los otros…
He recurrido a métodos que no se usan en un ejército regular, como el dejar a los hombres sin comer; es el único sistema eficaz que conozco en situaciones de guerrilla. Al inicio he pretendido de aplicar coerciones morales, y he fracasado. He intentado de hacer en modo que los hombres tuviesen mis mismos punto de vista, y he fracasado; no esta preparado para aguardar con optimismo a un futuro que necesitaba entrever entre brumas tanto oscura como aquellas del presente.
No he tenido el coraje de pedir máximo sacrificio en el momento decisivo. Era un obstáculo interno, psicológico. Para mí era muy fácil quedar en el Congo; desde el punto de vista del amor propio del combatiente, era lo que estaba realizado; desde le punto de vista de mí actitud futura, aún si no fuese resuelta del modo más conveniente, en aquel momento me era indiferente. Cuando valoraba la decisión, jugaba contra mí saber cuanto me hubiera resultado fácil escoger el sacrificio. Retengo que dentro de mí habría debido superar el lastre de esta autocrítica e imponer a un determinado número de combatientes el gesto final; aun pocos, si hubiéramos debido quedarnos.
En fin, ha pesado en mis relaciones con los hombres, lo he podido tocar con las manos, por cuanto sea todo subjetivo, la carta de despedida a Fidel. Ésta a hecho si que los compañeros viesen en mí, como tanos años hace en la Sierra, un extranjero en contacto con los cubanos. Entonces, era aquel apenas llegado, junto, a aquel que se iba. Eran cosas que no teníamos en común, ciertos anhelos a los cuales había tácitamente y explícitamente renunciado y que resultan los más sagrado para cada hombre tomado individualmente: su familia, su tierra, su ambiente. La carta que había suscitado tantos elogios en Cuba y fuera, me separaba de los combatientes.
De ahí podrán parecer insólitas estas consideraciones psicológicas en el análisis de una lucha que tiene dimensiones casi continentales. Continúo ha ser fiel a mí concepto de núcleo, era el comandante de un grupo de cubanos, nada más de una compañía y mí tarea era aquella de ser su jefe real, el que les llevaría a la vitoria promoviendo el desarrollo de un auténtico ejército popular. Pero mí particular situación me convertía al mismo tiempo ser un soldado, el representante de un poder extranjero, instructor de cubanos y congoleses, estratega, político de alto vuelo en un escenario desconocido. Y un Catón el Censor, repetitivo y pedante, en mis relaciones con los jefes de la revolución. A fuerza de tirar tantos hilos, se ha formado un nudo gordiano que no he tenido la resolución de cortar. Si hubiese sido un soldado más auténtico habría tenido mayor influencia sobre los otros aspectos de mis complejas relaciones…
He aprendido mucho, en el Congo, allí están los errores que no cometeré más, de ahí otros no se repetirán o no los cometeré de nuevo. En ello he salido con más fe que nunca en la lucha guerrillera, pero hemos fracasado. Mí responsabilidad es grande; no olvidaré esta derrota ni sus preciosas enseñanzas” (46).
Y al contrario Guevara olvidará muy pronto esta derrota y sus enseñanzas. Dos años después repetirá los mismos errores y reportará los mismos fracasos en Bolivia.
En su diario testimonia el estado de aislamiento en la cual viene a encontrarse la guerrilla, que él inicia con cerca de 38 hombres, por lo más cubanos, respecto al pueblo y a los campesinos bolivianos. Cuatro meses antes de la derrota definitiva escribe: “Continúa la falta total ligámenes, lo que se reduce a 24 hombres…; continúa la falta de reclutamiento campesino” (47). Ocho días antes de ser capturado, y bárbaramente asesinado, escribe desconsolado: “La masa campesina no nos ayuda para nada y los campesinos se transforman en delatores” (48).
Y así viene aún una vez más trágicamente demostrado que sin el pueblo los revolucionarios no son nada y no pueden hacer nada. “La guerra revolucionaria –revela Mao- es la guerra de las masas y es posible conducirla sólo movilizando a las masas y haciendo confianza en ellas” (49). Y también: “El pueblo, y sólo el pueblo, es la fuerza motriz que crea la historia del mundo” (50). En fin, “Los verdaderos héroes son las masas, mientras nosotros somos muchas veces infantiles y ridículos; si no comprendemos esto, es imposible adquirir una conciencia aunque sea rudimentaria” (51).
Ignorar ésta verdad, comprobada por la práctica, quiere decir ir al encuentro de los más grandes fracasos históricos.
La bandera de la victoria
Si nuestro análisis es correcto, si está conforme a los hechos, ¿cómo pueden los jóvenes comunistas y los revolucionarios reconocerse en Guevara, tomándolo como modelo y alzar su bandera?
Pueden identificarse con él los trotskystas, los neorevisionistas, los anarquistas, los autónomos, los revolucionarios de salón, los pequeño burgueses rebeldes, los “ultraizquierdistas”, no cierto quién lucha efectivamente contra el capitalismo y el imperialismo italiano, por el socialismo. Como se ve en la práctica de ciertos grupos y movimientos, siguiendo aquella bandera no se llega a dar un solo paso en la lucha de clase y no se hace ni menos un rasguño al régimen neofascista, a su gobierno Dini y a sus siervos D’Alema, Prodi y Bertinotti. En con todo absurdo seguir una bandera que porta a la derrota, al fracaso total.
La historia del movimiento obrero internacional conoce una sola bandera invencible y siempre victoriosa. Es la gran bandera roja de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao.
En el pasado, alzando esta bandera los pueblos de todo el mundo han asestado golpes devastadores al capitalismo, al imperialismo, al colonialismo, al racismo, al fascismo y al nazismo y conseguido esplendidas victorias, y el socialismo ha triunfado en un tercio del mundo.
En el presente, se puede hacer otro tanto. Se puede sacudir de nuevo los cielos y la tierra, reconquistar las posiciones perdidas e ir más adelante. Basta osar alzar de nuevo la vadera roja de los maestros y ponerse en primera fila en la lucha de clase.
Hoy esta gran bandera de la victoria la tiene alta y la propone sólo el PMLI, y de ahí a este Partido que es necesario dar toda la propia fuerza intelectual, política y material y el propio empeño político y organizativo a fin que él pueda ser el punto de referencia, de inspiración, de cosecha y movilización de todos los explotados y los oprimidos de nuestro país.
Lo deben hacer en particular las obreras y los obreros y las muchachas y los muchachos que se baten en primera fila en los lugares de trabajo, de estudio y de vida. Incumbe sobre todo a ellos llenar de nuevo de decenas, centenas, millares de banderas de los maestros las plazas en lucha, seguros que con los maestros y con el PMLI venceremos.