PAPEL Y TAREAS DE LA MUJER EN LA REVOLUCION DEMOCRÁTICA

23.04.2012 21:45

 

 “Reina del hogar”, “madre y maestra de los hijos”, “la mujer para la casa, los hombres para la calle”. Y rodeando todos estos ditirambos y ramilletes de flores, el “asegurarles el 30% de los puestos en los partidos políticos, en el gobierno y en las instituciones burguesas”. En búsqueda de adormecer y mantener quietas a las mujeres, les riegan en abundancias clericales, liberales, fascistas y revisionistas modernos.

 

   Su cruda realidad: degradadas a objetos sexuales de la lujuria de los machos-hombres, a incubadoras de la naciente prole; remendonas y planchadoras, cocineras y lavaplatos, dadoras de trabajo gratuito como esclavas domésticas. Como ya fuera poco son el grueso de la masa de desocupados, envilecidas y embrutecidas por trabajos extenuantes y pésimamente remunerados en oficinas, talleres y fábricas. En fin, subordinación al hombre ya como esclavas domésticas o bien como esclavas asalariadas al capital es el sino de la mujer en la imperante sociedad semifeudal, neocolonial y capitalista compradora.

 

   ¡Que dura y degradante es la situación de la mujer en condiciones de sociedad dividida en clases! En sociedades en que una parte, la minoría, explota y oprime a la otra parte, la mayoría. Y en esa mayoría explotada y vilipendiada, ocupando lugar central, hace parte la mujer. Degradada en su condición humana, discriminada económica y socialmente, sobreexplotada por casi 10 mil años, paradoja de la historia, sólo con el advenimiento de la moderna sociedad capitalista es cuando la resolución de la cuestión de la emancipación de la mujer del infamante yugo que avergüenza al hombre es puesta al día.

 

No es de sorprender, pues, el hecho de que la mujer se haya puesto de pie y busque romper esas cadenas. Desde muy joven la mujer, masivamente en nuestros días, ya estudiante, obrera, campesina o profesional, padeciéndola en carne viva, se rebela. Rebelión ésta que, cargada de idealismo moral, de subjetivismo pre-consciente,  la impulsa a tomar partido por el cambio radical, por la revolución.

 

   Pero, y nunca falta un pero, en tal fase de su compromiso social y político entra en contacto orgánico ya con la asociación política estudiantil, ya con el sindicato, o la liga campesina o con uno de los muchos partidos políticos proclamados de “izquierda”. Dentro de los cuales se ve siempre relegada a segundo plano: a desempeñar el papel de “bulto”, de vendedora de boletos de financiamiento para la Organización, de ser organizadora de fiestas o contemplarse reducida a ser objeto de “trabajo político sexual” de un cualesquiera pelafustán hacedor de frases ultrarrevoluconaristas.

 

Más aun si es encargada de un alto cargo ejecutivo, se convertida en pobre títere de los grupos internos de poder en pugna.

 

   Finalmente, descorazonada, llega al convencimiento que dichos Organismos de masas y/o partidos reclamados de “izquierda revolucionaria” reproducen a lo interno la misma discriminación y degradación imperante en la sociedad, con la que han roto, se oponen y combaten.

 

   Ella justamente se siente burlada, embaucada y violada en su intimidad moral.

 

   Frustrada en sus ideales, en su vida intelectual y política, inevitablemente ha de preguntarse: ¿Qué debo hacer? ¿Abandonar todo ideal emancipatorio y recluirme en las cuatro paredes del hogar? ¿Convertirme en feminista burguesa o pequeñoburguesa y reconciliarme con el sistema? ¿Acaso, organizarse en un propio partido revolucionario de mujeres? O quizás, ¿hacerme parte, como integrante del ejército revolucionario de mujeres, miembra activa y consciente, en igualdad de condiciones, del Partido proletario revolucionario y de lucha por la emancipación social de la humanidad trabajadora y de mí país? 

 

   En mí opinión toca a la misma mujer, luego de someterse a un integral proceso de rectificación crítica y autocrítica, basada en una mayor asimilación y estudio de la ciencia de la revolución, el marxismo-leninismo, purgando así su actual modo de pensar moralizante y pequeñoburgués y transformándolo en un científico modo de pensar revolucionario proletario, dar respuesta a esas interrogantes.

 

   A condición, además, de que persista en el compromiso de mantenerse en la senda de la revolución social, junto al pueblo y su lucha liberadora. Con la convicción de que si quiere ser emancipada, tomar el mañana en sus manos, entonces debe redoblar su confianza en el Marxismo-leninismo, su confianza en la inevitabilidad de la victoria de la revolución social, su confianza en la capacidad revolucionaria de la clase obrera, su confianza en el Partido revolucionario proletario y su confianza, finalmente, en sí misma.

 

   Sobretodo, hay que estar convencidas y convencidos de que la revolución, en cualesquier etapa en que se halle, no alcanzará a triunfar, ni tan siquiera a estallar, si la mujer no la ayuda a nacer y vencer; si ella no se decide a empuñar el fusil contra los enemigos del pueblo, la oligarquía, el imperialismo y el capitalismo.

 

Sobre la justeza de ésta convocatoria nuestra dirigida a la mujer a justivalorar su papel de primer plano en la revolución, se ha referido antes el gran revolucionario proletario internacional y gran líder del pueblo chino Mao Tse-tung individualizando en la mujer de la siguiente manera,

 

   “La mujer representa la mitad del pueblo. La condición económica de las trabajadoras, el hecho que ellas sufran particularmente de la opresión prueba no solo que la mujer tiene urgente necesidad de la revolución, si no también que ellas constituyen una fuerza decisiva para la victoria de la revolución”. 

 

   Y este llamado del camarada Mao para que la mujer sumase sus fuerzas a aquellas de la revolución, así como todas sus obras y acciones sobre la cuestión de la mujer, se encuentra en plena onda y continuidad con aquellas de los otros Grandes Maestros del proletariado mundial  Marx, Engels, Lenin y Stalin. Él ha tenido plena confianza y aplicado  con coherencia el modo de pensar, de ver y actuar proletario de cara a la temática de la emancipación de la mujer, esto es del papel y tareas de la mujer en la revolución.

 

   Esta lucha, desde el surgimiento del socialismo científico, ha sido considerada por los 5 Maestros como de fundamental importancia estratégica, sea  para el movimiento de la mujer que para todo el movimiento obrero. En efecto,  Carlos Marx valorando esta cuestión, de la emancipación de la mujer ha remarcado  que “el nivel  de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general”. Afirmando con ello que precisamente la correcta y justa solución se encuentra  en su entrelazamiento con la cuestión más general de la victoria del proletariado sobre la burguesía y con el triunfo del socialismo sobre el capitalismo.

 

   Alrededor de ésta cuestión del entrelazamiento y solución de la emancipación femenina y la revolución socialista –-a necesidad de la toma del poder del Estado, la inevitabilidad de la violencia revolucionaria, de la dictadura del proletariado bajo la guía de un Partido marxista-leninista revolucionario, etc.-  se han escenificado las más ásperas luchas ideológicas y políticas entre las dos líneas en el seno del Movimiento obrero y comunista. Marx y Engels primero, Lenin y Stalin después, y finalmente Mao han debido de sostener duras batallas en los planos ideológico, político, estratégico y táctico contra teorías oportunistas, reformistas, revisionistas, trotskistas y feministas pequeño burguesas  que han intentado desviar al Mo vimiento de la mujer de la justa senda.

           

   Los comunistas (marxista-leninistas) y los oportunistas de derecha y de “izquierda” se han confrontado y continúan confrontándose alrededor de tres cuestiones claves en esta problemática.

 

1.– SOBRE EL ORIGEN DE LA ECLAVITUD DE LA MUJER

 

   El que las revolucionarias y revolucionarios proletarios comprendan esta cuestión, del origen de la esclavitud de la mujer, reviste una importancia decisiva para cómo resolverla y el que hacer para liberarlas.

 

   Marx y Engels, y es su contribución más brillante a un tema que tanto dolores de cabeza ha ocasionado a sociólogos y etnólogos burgueses, a través de profundos estudios científicos han alcanzado a individualizar que la raíz de la opresión de la mujer tiene su origen en el nacimiento de la propiedad privada y, en consecuencia, en la división de la sociedad en clases sociales con intereses y contradicciones antagónicas y en lucha irreconciliable, en las postrimerías de la llamada comunidad primitiva. Además, subrayado que la opresión de la mujer ha cambiado, pero siempre guardando su retrogrado contenido, con el transcurrir de la historia de dicha sociedad clasista, gracias al paso del poder de una clase explotadora a otra: de aquella esclavista a la feudal, de la feudal a la capitalista actual. 

 

   Sobre esto del origen de la esclavitud de la mujer quisiera llamar la atención sobre ese magnífico pasaje de la obra de Federico Engels EL ORIGEN DE LA FAMILIA, DE LA PROPIEDAD PRIVADA Y DEL ESTADO, y que a la letra dice, “… las riquezas, a medida que iban aumentando, daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él  la aspiración de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Este tenía que ser abolido, y lo fue … Esa revolución -una de las más profundas que la humanidad ha conocido- no tuvo necesidad de tocar ni un solo de los miembros vivos de la gens … El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre  empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer … ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida”. (O. cit., pp. 512-513. Editorial Progreso. Moscú).

 

   La burguesía semifeudal, la clase económica y políticamente dominante en el capitalismo comprador, no sólo no ha eliminado el estado de sujeción y de inferioridad de la mujer, heredado de las anteriores formaciones sociales explotadoras, sino que le ha agregado a aquella esclavitud doméstica la esclavitud asalariada.

 

   La mujer para la burguesía representa no sólo un precioso recurso de mano de obra al cual recurrir cuando le es necesario en período de expansión industrial y de “forzar a retornar a casa” cuando la economía se contrae, sino que también un mecanismo de paralización y retroceso del movimiento de subida de los salarios obreros. Ellas suplen para todas las necesidades domésticas y familiares, como bien de uso y disfrute del obrero, permitiendo así a la fuerza de trabajo masculina de regenerarse, de recuperar sus energías consumidas y continuar produciendo ganancias para el capitalista. Más aun la mujer tiene la tarea de reproducir los hijos del trabajador de modo, existente el capitalismo, de suplir a éste de más y nuevas fuerzas de trabajo que sustituyan a los obreros desgastados y envejecidos, posibilitando así la perpetuación al infinito la explotación del hombre por el hombre. Asimismo, la mujer representa un beneficio suplementario para los capitalistas y terratenientes que por medio de su esclavitud doméstica les libra de tener que invertir en los sectores mal llamados “improductivos”, improductivos por que no les procuran una ganancia suplementaria como lo son los servicios públicos y sociales.

 

   De ahí que las clases dominantes necesiten crearse una sobreestructura moral, cultural e ideológica ampliamente ramificada, portadora de principios oscurantistas, reaccionarios y anti-femeniles como son la subordinación al hombre como condición natural, su función maternal y familiar primaria como asignación divina, el matrimonio indisoluble, la familia como centro de sus relaciones humanas, sociales y afectivas, como mecanismos  justificativo de su sometimiento.

 

El marxismo, pues, ha individualizado  y sometido a férreo ataque a la doctrina liberal burguesa y clerical fascista, que no es la sobreestructura ideológica, cultural y moral o la llamada “sociedad machista”,  si no la existencia de la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre lo que determinan la esclavitud de la mujer.

 

2.– LA RELACIÓN DE CLASE Y LA RELACIÓN DE SEXO 

 

Al contrario de cuanto afirman sobretodo la feminista pequeño burguesas, pero también la pandilla comuno-policíaca dirigente del Partido del pueblo (“comunistas” de palabra y agentes policíacos de la dictadura militar en los hechos), los 5 Maestros del proletariado jamás han negado o subestimado la existencia de la contradicción hombre-mujer en la sociedad y más explícitamente la opresión de la segunda por el primero. Nadie como ellos ha sido el más tenaz sostenedor de la paridad e igualdad del hombre y la mujer en la familia, en el trabajo y en la sociedad.

 

   En esa línea ellos han combatido, empero, contra las teorías liberal burguesa y feministas que aseveran que la contradicción hombre - mujer es principal con relación a aquella entre la clase obrera y los capitalistas.

 

   Marx y Engels han afirmado y reafirmado que “las ideas de la clase  dominantes son en cada época las ideas dominantes; esto es la clase que es la potencia material dominante de la sociedad es al mismo tiempo su potencia espiritual dominante”.  De ahí que la relación hombre-mujer no está determinada por la voluntad del hombre, en éste caso el otro sexo,  sino que por el sello que le da la clase que está en el poder. Se deduce pues que la actual relación de un sexo con el otro no puede ser sustancialmente modificada o llevada a un plano de paridad completa si no son derrocadas las clases dominantes, si no se abate el sistema económico y productivo capitalista comprador y semifeudal, en particular, y el capitalismo en general.

 

   “Una real equiparación de derechos del hombre y la mujer -dice Engels- puede,  devenir una realidad sólo cuando la explotación de ambos sexos por el capitalismo y la empresa doméstica  privada hayan sido transformadas en una industria pública”. Esto quiere decir que solo rompiendo las cadenas de la esclavitud asalariada y doméstica que atan a la mujer será posible resolver su discriminación familiar, personal, moral y sexual.

 

   Bufen y caracoleen cuanto quieran reformistas, comprendidos  revisionistas y trotskistas, es esta una verdad objetiva. No puede tratarse la cuestión de la emancipación de la mujer, como la de la paridad hombre-mujer, como un tema puramente de sexo, desligada de las clases sociales y de la lucha de clases. Con ello estarían afirmando la factibilidad de una realización de la completa igualdad de la mujer manteniéndose el sistema económico capitalista y el sistema de poder oligárquico. Sueñan, o en el peor de los casos traicionan conscientemente el significado y el objetivo revolucionario del movimiento emancipatorio femenino, por cuanto primero que todo una real solución, aquella marxista-leninista, hoy maoísta, de la emancipación de la mujer es el de la emancipación económica y social y después moral, familiar y personal, por lo que la suya encubre la colaboración de la mujer en el trabajo productivo y con la conquista de una serie de derechos democráticos burgueses.

 

No obstante, esas conquistas civiles y políticas por parte de la mujer, con el aupamiento de oportunista y reformistas, sean un paso importante y positivo, restando el capitalismo y el sistema de poder oligárquico, no serán más que derechos parciales y formales  que no darán ningún cambio radical en el estado de sujeción de la mujer en esta sociedad.

 

3.– SOBRE LOS MEDIOS Y LOS MODO PARA REALIZAR UNA EFECTIVA PARIDAD CON EL HOMBRE

 

   Con esto de sobre los medios y los modos para realizar una efectiva paridad de la mujer con el hombre hemos entrado en el punto nuclear, de toda la temática, en referencia al enfrentamiento ideológico y político entre las dos vías: la vía revolucionaria y la vía reformista de la emancipación de la mujer. El marxismo-leninismo, hoy maoísmo, ligando la suerte y solución de la emancipación femenil a aquella de la tarea histórica de la clase obrera, indicándole así la senda de la lucha de clases y la vía ininterrumpida por etapas (de la revolución de nueva democracia a la revolución socialista) como la única arma para abatir el semi-feudalismo, el capitalismo y echar así las bases de su liberación económica, doméstica y sexual.

 

En fin, la lucha por la emancipación de la mujer sólo alcanzará la victoria si se liga estrechamente a aquella del movimiento de emancipación de toda la sociedad, esto es a la lucha por la conquista de la Dictadura del proletariado. El camarada Mao ha remarcado claramente este concepto fundamental con las palabras siguientes: “La emancipación de la mujer trabajadora es inseparable de la victoria de su clase en su conjunto. Sólo cuando su clase reporte la victoria podrán realmente emanciparse”.

 

   Toda joven militanta revolucionaria debe rearmarse espiritualmente asimilando esta enseñanza de Mao e inspirarse en su Pensamiento y en su acción revolucionaria con auténtica vocación, fuerza y decisión para estar así preparada a remontar el río a contracorriente, también para estar pertrechada contra los dardos azucarados que, para desviarla de la justa lucha, le lancen clérigos, liberales y oportunistas hacia la vía reformista de enfrentar la cuestión.

 

   Son, precisamente, estos últimos sectores reaccionarios, actuando desde diversas área de la sobreestructura política e ideológica, los que han actuado y actúan para impedir que el Marxismo-Leninismo-Pensamiento Mao Tse-tung rompa el “cerco ideológico” y logre crearse una base de apoyo en la mente de las mujeres revolucionarias panameñas, y que éstas lo conociesen y asumiesen como su pensamiento-guía, con la cual han propiciado tantas energías revolucionarias de las jóvenes generaciones femeniles hayan sido despilfarradas.

 

   Todas las masas femeniles tienen necesidad de emanciparse. Las burguesas, las pequeño burguesas, las campesinas, la de las minorías nacionales indígenas, las buhoneras, las empleadas domésticas y las obreras. Centralmente las trabajadoras, esto por que no se trata de una opción ideológica, sino de clase.  Ellas por su situación económica y social, por espontáneo instinto de clase tienden a lo obrero y su socialismo, como las burguesas han de tender necesariamente a lo burgués y su capitalismo.

 

   Las mujeres obreras y trabajadoras por el hecho mismo de que trabajan, a pesar de ser objeto de la explotación empresarial, logran en una cierta medida liberarse de su subordinación inmediata, la subordinación económica con respecto al marido. Indudablemente éste es un paso adelante, positivo y progresivo, en el camino de la emancipación de la mujer. Pero eso sólo un paso y no el definitivo. Aunque  ya lo  hemos señalado, más  arriba, no  estará de más   repetirlo en trazos del “marxista de regreso” Jean Kanapa, “En síntesis convertida en proletaria, y esto en el sentido propio del término, la mujer cuenta a partir de ese momento con la perspectiva de su liberación auténtica: la liberación del proletariado mismo… incorporándose al proletariado, la mujer se adhiere rápidamente a la conciencia de clase del proletariado y a sus luchas”. (J. Kanapa, La doctrina social de la iglesia, p. 299. Edic. Diáspora). De allí el amasijo de curas, reformistas y revisionistas, exigiendo la “mujer retorne a la santidad del hogar”.

 

   En contra, nosotros comunistas (marxistas-leninistas) panameños hacemos un llamado a las proletarias revolucionarias que sufren más cruelmente la esclavitud del capitalismo en oficinas, talleres y empresas capitalistas y en el hogar, que conocen el verdadero rostro represivo empresarial, la canibalésca voracidad  de ganancias a costa del truncamiento de los derechos económicos, sociales, políticos y educacionales de las masas trabajadoras, a que tomen en sus manos la gran bandera roja y marchen en primera fila en la lucha por la independencia nacional y la nueva democracia popular hacia el socialismo.

 

   “El movimiento obrero femenino -dice Lenin- se pone como tarea principal la lucha por la conquista a la mujer la igualdad económica y social, y no solo aquella formal. Hacer participar a la mujer en el trabajo social productivo, arrancarla a la “esclavitud doméstica”, liberarla del peso degradante y humillante, eterno y exclusivo de la cocina y del cuarto de los niños; esta es la tarea principal.

 

   “Será una lucha prolongada porque exige la transformación radical de la técnica social y de las costumbre. Pero ella concluirá con la completa victoria del comunismo”. (V. Lenin, La jornada internacional de la mujer, (4 de marzo, 1920). O. C., vol. 40).

  

 

LAS TAREAS DE LA MUJER REVOLUCIONARIA

 

1.- Comprometerse en la lucha contra el capitalismo       y por el socialismo

 

                  Cinco siglos han demostrado que en el capitalismo   las   amplias   masas   femeninas  no   tienen   futuro  alguno. Sus seculares cadenas han permanecido intocables, hoy apenas velada bajo una formal juridicidad vacía y mocha, concedida por una democracia que no es tal democracia sino que dictadura de los magnates del capital y de la gran propiedad territorial, lo que exige el socialismo tome su lugar.

 

   Por lo que, para hacer efectiva y real la emancipación de la mujer, ésta debe contribuir participando en primera fila en el barrer con todo el sistema capitalista, sus incrustaciones semi-feudales y neocoloniales, tanto con su estructura económica como su sobreestructura estatal, ideológica, cultural y moral.

 

   Es sólo el socialismo que, sustituyendo la propiedad privada  y la ley de la ganancia con aquella de los intereses y de las necesidades de los trabajadores, emancipando a la mujer de su esclavitud asalariada y doméstica, les permitirá participar a pleno título en el trabajo productivo, socializar el trabajo doméstico y salir de la marginalización y del estado de inferioridad hasta entonces legalizado.

 

   El socialismo primera etapa de un nuevo sistema social, el comunismo, coloca las bases para la realización de la más completa paridad ente hombres y mujeres. Al hacer pasar, mediante el recuso de la revolución socialista, el poder de la minoría explotadora a manos de la mayoría de los explotados se abre camino al pasaje de la barbarie a la civilización, esto es a la construcción de una nueva organización económica y a una reconstrucción científica de las relaciones sociales entre los sexos. Ello porque el socialismo representa la sociedad más progresista, más justa y humana de la historia.

 

   La integra emancipación de la mujer, una real igualdad y paridad entre los sexos, sólo es realizable con la construcción de la sociedad socialista en Panamá y el mundo. No obstante la meta del socialismo, aquí en Panamá, no está como quién dice “a la vuelta de la esquina”. La conquista del socialismo, por condiciones objetivas y subjetivas muy concretas y por particularidades histórico-nacionales del capitalismo panameño, abarcará todavía un largo período de años (quizás varios decenios o, incluso, un siglo). ¿Reconocer esto implica las revolucionarias y revolucionarios proletarios deban cruzarse de brazos o sentarse a descular hormigas mientras el capitalismo panameño complete su curso normal hasta llegar a su “etapa superior y ultima”? ¿Significa, acaso, debamos remitir para las “calendas griegas” la propagandizaciòn de la consigna de la emancipación de la mujer hoy?

 

Responder afirmativamente a estas interrogantes sería cometer un error nacional-economicista o, simplemente,  renegar del contenido socialista internacional del proceso ininterrumpido de la revolución popular en Panamá.

 

   Es como deducir del justo principio enunciado por Carlos Marx de que “Una formación no perece hasta que no se han desarrollado toda las fuerzas productivas a las que puede dar lugar”, la irrealizabilidad de la revolución socialista aquí. En otras palabras, que el proletariado panameño no puede plantearse, si tan siquiera históricamente, la tarea de la realización de la revolución y construcción socialista hasta tanto el capitalismo en Panamá no haya completado su curso de desarrollo económico histórico natural. (Algo así como, del capitalismo comprador y semi-feudal actual, pasando por el capitalismo industrial nacional, al capitalismo monopolista o imperialismo). ¡Que mecanicismo! ¡Que nacional-economicismo más vulgar!

 

   Ello es tergiversar el pensamiento de Marx, máxime cuando él nunca ha basado su teoría  de la revolución socialista internacional únicamente en la evolución económica, en primeras instancias en el nivel de las fuerzas productivas del capitalismo, en cualesquiera estadio en que se encuentre, si no en el grado de agudizamiento de las contradicciones económicas y sociales existentes en la base de dicho sistema, y en el desate de la iniciativa histórica revolucionaria del proletariado y de las amplías masas del pueblo. Ello ha sido confirmado tanto por la Gran Revolución Socialista de octubre, en el otrora imperio militar-feudal de los Zares, como por la Revolución popular y socialista en China en 1949. Esto en primer lugar.

 

   Asimismo, en segundo lugar, se presta a Marx la propia idea oportunista que se tiene de la revolución al ocultar o falsear su gran descubrimiento acerca del carácter y curso ininterrumpido por etapas de la revolución con el liderazgo de la clase obrera. Es precisamente ésta ley de la revolución ininterrumpida o permanente descubierta por Marx,  desarrollada teóricamente y aplicada creativamente por Lenin y Mao, la que explica y fundamenta el entrelazamiento, en un único y dialéctico proceso, la revolución social (socialista) en los países capitalistas altamente desarrollados y la revolución social (de Nueva Democracia con perspectiva al socialismo) en los países semi-feudales y neo coloniales, con mínimo desarrollo de sus fuerzas productivas, y en países capitalistas intermedios.

 

   La clave en todo esto consiste, algo que “olvidan” muy oportuna mente nuestros economicistas nacionalistas, en función de ala “izquierda” de la burguesía reformista, es que, en las condiciones económicos y políticas en que se sitúan los países semi-feudales y nacionalmente oprimidos, como Panamá,  el socialismo no será si antes no conquistamos la democracia más completa e integral,  una nueva democracia popular, como expresión de la alianza obrera, campesina y popular. Una democracia diversa a aquella dicha “representativa”; diferente a esa democracia popular de viejo tipo, tal como existió en los países europeos orientales y de Asia.

 

   Los trabajadores panameños tenderán con mayor fuerza y mayor empeño a la realización de la revolución y construcción socialista cuanto mayor sea su libertad nacional, su libertad política y su libertad social. 

 

   A las revolucionarias y revolucionarios proletarios nos resultan sobrantes los imperialistas, la gran burguesía semi-feudal, los terratenientes y su sistema de poder estatal y gubernamental. Si se quiere luchar consecuentemente contra el capitalismo, centralmente en su forma criolla de capitalismo burocrático-comprador, entonces hoy hay que enfrenta al gobierno Torrijos Espino su actual defensor e impulsor. Eso resulta vital para la clase obrera y todo el pueblo trabajador. El cual no apenas se ha instalado en la poltrona presidencial a pronto desnudado toda su catadura fascistoide, presentándose como un gobierno reaccionario, ferozmente neoliberista, anti obrero, antipopular y antifemenil, opuesto rabiosamente  a las reivindicaciones de las masas trabajadoras, opuesto rabiosamente a la exigencia de un desarrollo económico independiente y a todo progreso social. Tanto es así que ha sido capaz, en poco tiempo después de su instalación, de mancharse con las más sucias acciones en perjuicio de los trabajadores y de la población toda: imponiendo inhumana reforma fiscal y aquella reforma de muerte de la seguridad social y privatizadora de la CSS, para lo cual no ha vacilado en militarizar todo el país y desencadenando una brutal represión policíaca contra los obreros, educadores, estudiantes, profesionales y demás sectores populares  que se han opuesto a tal reaccionaria ofensiva general y concéntrica contra las  condiciones de vida y trabajo de las clases trabajadoras, y, recortando la libertades políticas, haciendo pender la “espada de Damocles” sobre el futuro democrático del país.

 

   Más aun, en el programa político y social de Torrijos no se contempla  para nada  solución  alguna en  beneficio  específico de las  masas de mujeres trabajadoras del país. 

 

   Resulta necesario las mujeres nutran las filas, en grado masivo, de la oposición revolucionaria de clase al gobierno Torrijos y le enfrenten en cada problema inmediato y estratégico.

 

   Llevar a poner en primer plano la cuestión de que el capitalismo burocrático-comprador, el régimen de poder oligárquico, en general, y el gobierno Torrijos, en lo inmediato, defienden y perpetúan la explotación del hombre por el hombre, y la esclavitud de la mujer. En ello, al mismo tiempo, rechazar y combatir la línea reformista, colaboracionista y contrarrevolucionaria de la “renovación” del reaccionario Estado oligárquico tal cual propala la camarilla socialtraidora dirigente del Partido del “pueblo”.

 

2.– Comprometerse en la lucha contra las guerras imperialistas, por la paz, por la independencia nacional y la democracia popular

 

   El imperialismo es la guerra. El imperialismo norteamericano, tomando el relevo del fascismo hitleriano y asumiendo el rol de gendarme internacional, busca construirse el más vasto imperio mundial con el recurso del chantaje nuclear, las intervenciones armadas y guerras de agresión contra los pueblos, naciones y Estados en todo el planeta. El imperialismo norteamericano funge de gendarme mundial del capitalismo y devenido el mayor terrorista del mundo. Ello le ha consistado el odio, el repudio y rechazo de las masas populares y dado origen al más poderoso movimiento pro-paz de todos los tiempos.

 

   Las masas femeninas, en primer lugar las trabajadoras conscientes y avanzadas, pueden y deben dar una contribución de máxima importancia participando y orientando revolucionariamente a este movimiento mundial pro-paz y liberándolo de la influencia del idealismo y el pacifismo pequeño burgués.

 

   En particular oponiéndose a la política antinacional de complicidad  con los planes hegemonistas y la política de cañoneras del imperialismo Usa, de la camarilla gobernante. En éste cuadro la continuidad de esa política de cedimiento al imperialismo del gobierno Torrijos sólo puede arrojar como resultado que aquel pisotee y liquide la Soberanía nacional y la soberanía estatal sobre nuestro territorio patrio, comprometer y traicionar la causa de la lucha por la completa  independencia  nacional.  En  eso  asumir  como  voz de  mando: ¡ El gobierno Torrijos que se vaya, pero ya!

 

   Una contribución decisiva en esta lucha que la mujer panameña puede dar es participando en primer plano por la democratización integral de la vida política nacional. Esto es, ponerse en pie y comprometerse activamente por el derrocamiento del sistema de poder oligárquico, por la instauración revolucionaria de un nuevo orden político, de una República de democracia nueva.

 

 

3– Comprometerse en la lucha por el empleo y los servicios sociales

 

   Para que la mujer alcance su completa emancipación un paso necesario, pero no el decisivo, es que el derecho al trabajo se haga efectivo y real.

 

   En efecto del derecho constitucional al trabajo para la mujer esta recortado, es formal e hipócrita. El componente femenino que es la mitad de la población del país ocupa un peso relevante en la cuota de desocupación en el país. Ella que tiene necesidad del trabajo por razones económicas y por razones de independencia respecto al hogar, al marido y a los hijos, se ve drásticamente excluida de la producción, sobretodo industrial.

   La inmensa mayoría de las mujeres se encuentra aun relegada al trabajo doméstico, sea en la forma de empleada-sirvienta en casa de familias acomodadas o ya en la forma de estar encerrada entre las cuatro paredes del hogar familiar, al trabajo ocasional, sin prestaciones sociales ni beneficiarse de la legislación laboral y la seguridad social.

 

   Tras el manto del “derecho constitucional al trabajo”, derecho y constitución burgueses impregnados hasta la médula del más reaccionario y patibulario espíritu feudal, apenas se malcubre y se sanciona la conversión de la gente en una mercancía, la esclavitud asalariada y doméstica de la mujer. En su cruda realidad este “derecho” en modo alguno es herramienta emancipadora, ni como mujer, ni como obrera. No obstante, su hipocresía y formalidad, como conquista democrático burguesa sirve de base para demandar su efectiva realización. Es que para la mujer participar en la labor productiva, principalmente en la industria transformativa, resulta un elemento indispensable para su toma de conciencia de su propio valer, de su compromiso de clase y de su papel para con para con la sociedad.

 

   A la lucha por la plena ocupación, en igualdad de condiciones con el hombre en cuanto a salario, estabilidad y disfrute de los derechos laborales y sociales, se enlaza la lucha por la satisfacción de los servicios sociales. Dado que con sólo participar en el trabajo productivo en modo alguno se resuelve la cuestión de la esclavitud doméstica de la mujer.

 

   Es precisamente en ésta esfera, de la esclavitud doméstica de la mujer, dónde el derecho burgués pone en evidencia toda su hipocresía y falsedad. Resulta intolerante que, en poco más de cien años de capitalismo comprador, la mitad de la población se encuentra sometida a condiciones feudales y primitivas. La mujer, trabaje o no, se encuentra atada de pies y manos al trabajo doméstico y familiar, una labor fatigosa, repetitiva, humillante, no remunerada que la convierte en “esclava” para toda la vida al servicio de los padres, del marido, de los hijos, de los sobrinos y de los suegros. Limpiadora, barrendera, lavadora de ropa, zurcidora o remendona, cocinera, productora de hijos y guardiana de la casa, etc., esto es forzada a dar trabajo gratuito; todo lo cual se traduce en un condicionamiento retrogrado de su vida social, política y personal.

 

   Ese trabajo doméstico y familiar restringe sus horizontes a las cuatro paredes de la casa, la separa de la vida social, la separa de la problemática económica, social, política, nacional y del progreso cultural porque para el capitalismo la única función de la mujer es velar por el bienestar de su familia y la satisfacción de las necesidades fisiológicas del marido y nada más. Pues tal es el papel que las clases dominantes le asignan a la mujer dentro de la división del trabajo social caracterizadora de la actual organización económica de la vigente sociedad.

 

   Cae de su peso que cuando hablo de liberar a la mujer del trabajo doméstico, dentro de las actuales condiciones sociales, no propugno “la fuga en adelante de la mujer”, esto es que abandone el hogar, tampoco  que recaiga sobre el hombre las labores domésticas, o que se haga una ilusoria redistribución del trabajo en el hogar entre la pareja, en realidad sólo estoy llamando la atención del lector (a) sobre el hecho de que ya existen en la actual sociedad mecanismos resolutivos dentro de lo que es posible.

 

    Esto quiere decir que, ya en el capitalismo, existen condiciones para que los  problemas  cotidianos de  las masas sean arrancados de los estrechos límites de lo individual y familiar, y tratados colectivamente y socialmente resueltos. En otras palabras que el Estado asuma la satisfacción de las necesidades de cada uno, adulto, niño o anciano que sea y no más la familia como unidad económica de base de la sociedad.

 

   Obviamente es impensable que el capitalismo pueda resolver esta cuestión, pero se trata de halar la carreta lo más que se pueda en dirección de la socialización de los servicios sociales. En éste sentido  llamamos a las masas femeniles, a la mujer trabajadora consciente y avanzada, a las mujeres del pueblo y a las muchachas siempre rebeldes, a comprometerse en dar la batalla por los servicios sociales, a arrancárselos de las manos  a la gran burguesía semi-feudal y confiscar los servicios sociales hoy en manos privadas. Exigiendo la estatización de restaurantes, fondas, lavamáticos, barberías, supermercados, abarrotes, parvularios, escuelas de infancia, asilos, centros sociales y culturales, etc. Con la obligación del Estado y de los empresarios de su sostén económico, avituallamiento y velamiento de las normas de seguridad e higiene.

 

 

4.– Comprometerse en la lucha para darle una correcta orientación de clase al movimiento de la mujer 

 

   Por muchas décadas el movimiento de la mujer panameña ha estado en mano de las representantas de la burguesía liberal,  de feministas pequeñoburguesas y de aquellas de orientación socialimperialista soviética, las que le han impreso un carácter interclasista, reformista, legalista, pacifista, parlamentarista, participacionista y antirrevolucionario. En fin, empantanándolo en el conciliacionismo y el colaboracionismo  con el sistema de poder oligárquico, con el capitalismo comprador y subordinándolo a la ideología liberal burguesa semi-feudal y a la del ala derecha  de la Iglesia católica dominante.

 

   Hoy la situación económica y política que atraviesa el país exige que el movimiento de la mujer entre en un momento de reflexión, revalúe sobre la base del Marxismo-Leninismo, hoy Maoísmo, la experiencia pasada y entre en un movimiento de rectificación con miras a su relanzamiento.

 

En ello una gran tarea compete a la mujer trabajadora consciente, la de investigar y orientar al movimiento hacia una visión y una línea política que responda a las reales aspiraciones y exigencias del movimiento femenino.  Es necesario ante todo hacer comprender al movimiento de la necesidad de asumir la ideología de la clase obrera como mando y guía en la lucha por la propia emancipación y la de todos los oprimidos; demarcando y rechazando el reformismo, el oportunismo de derecha, el feminismo pequeño burgués, el legalismo, el parlamentarismo y el participacionismo.

 

   Es necesario que elabore una plataforma política reivindicativa inmediata y mediata contemplativa de temas como trabajo, educación, servicios sociales, casa, consultorios, derechos civiles como aquellos de pleno divorcio y aborto asistido y gratuito, legislación contra la violencia sexual y doméstica, así como sobre problemas económicos, sociales y culturales.

 

 Es necesario se refuerce la unidad de las masas femeninas en sus diversas categorías sociales, bajo la guía de la de la mujer obrera, superadora de la actual fragmentación y desorganización del movimiento.

 

   Para que se afirme el movimiento de la mujer como un movimiento con una correcta visión y línea clasista, anti-feudal, anti-capitalista y anti-imperialista, es imprescindible que se asuma una política de frente unido y la ideología socialista como pensamiento-guía.

 

 

5.– Comprometerse en la lucha por la construcción del Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá

 

   Luego de madurar tal reflexión y sacar las debidas conclusiones políticas, el movimiento de emancipación de la mujer aquí en Panamá debe comprometerse conscientemente en ocupar su lugar de vanguardia en el Partido Comunista (ML).

 

   Si la mujer quiere alcanzar la victoria en su lucha por su propia emancipación entonces tiene necesidad del Partido Comunista (ml) de Panamá para ligar su lucha específica  a  aquella  más  general de  la conquista del socialismo común tanto a las proletarias como a los proletarios, como a todo el pueblo panameño.

 

Ahora más que nunca es necesario construir un fuerte y combativo Partido comunista que se haga presente a lo largo y ancho del país, capaz de enfrentar y derrotar a la burguesía y a los terratenientes, de dar la batalla a la remilitarización y fascistización del país, de derrocar el sistema de poder oligárquico, enfrentar la política de guerra del imperialismo norteamericano, conquistar la auténtica independencia nacional y la nueva democracia popular y hacer avanzar la revolución de nueva democracia hacia la revolución socialista.

 

   Nosotros, comunistas marxistas-leninistas de Panamá estamos convencidos que podemos realizar esta grandiosa tarea histórica, la de emancipar a la mujer emancipando al proletariado, si la mujer trabajadora avanzada y consciente nos brinda su apoyo y concurso.

 

   Nuestra confianza en la mujer trabajadora panameña se apoya en su infatigable luchar y su gran capacidad de responder al llamado de las grandes causas justicieras, como ya ha dado prueba innúmeras,  así como también en la optimista confianza revolucionaria sobre de ellas que ha tenido el camarada Mao, “Las mujeres cargan sobre sus espaldas la mitad del cielo y deben ser ganadas”.

 

Panamá, 25 de enero de 2006

 

 

NOTA:

  (1) Me escribe la cra. Julia, comentando un artículo mío aparecido en días pasados en Kaosenlared girante sobre el tema de La Concepción Católica de la Familia y la Mujer, “"A FUER" DE SER AUTOCRÍTICOS DEBES RECONOCER QUE STALIN HIZO RETROCEDER LAS LEYES SOBRE LA FAMILIA EN LA URSS... ES DECIR RESTITUYÓ EL DERECHO BURGUÉS”. En mi opinión, primero que todo, considero que en mí escrito no hay nada de que retractarme, de “autocriticarme”. La acusación, una de tantas que se hace contra el camarada Stalin, me parece superficial por causa de la falta de información de la “crítica” comentarista. Por lo que, aprovechando la ocasión, le ofreceré algunas consideraciones que ella debería haber tenido en cuenta en su apresurado ataque al Líder soviético y del proletariado mundial:

1- El derecho al divorcio es un derecho democrático burgués, por ende una conquista social lograda por las luchas del movimiento femenino, en conjunción con las luchas del movimiento obrero socialista, lograble en las condiciones de la sociedad capitalista. Así ha sido reconocido y establecido constitucionalmente imperante la moderna sociedad capitalista en la gran mayoría de países avanzados industrialmente como en aquellos atrasados, económica y políticamente. Como todo derecho, existente en sociedad capitalista, es desigual, formal y retaceado; dado que, al burgués le es totalmente imposible el satisfacer consecuentemente con las demandas emancipatorias de la mujer, siempre encontrará la forma y la manera de burlarlo y vanificarlo.

2- En sociedad socialista, coexistiendo en unidad y lucha residuos capitalistas y lo socialista que se afirma, tanto la vía y Orientación General capitalista y la vía y Orientación General Socialista en aplicación, en lucha por la resolución de tal contradicción, le ha tocado a la clase obrera abordar y aplicar, lo más consecuentemente posible, con la tarea resolutiva de dicha temática. “Posible” porque el derecho al divorcio no es una tarea propia del socialismo, sino una herencia del pasado. De ahí, se concluye, en la satisfacción de esa demanda del divorcio consentido quede sometido a la conveniencia revolucionaria, a las necesidades de la construcción socialista y a la propia ley objetiva de población que la determinan. Con la independencia económica y la paridad real de sexo y la completa igualdad política entre hombre y mujer en el socialismo se tiende necesariamente a la desaparición de ese derecho (que es derecho burgués), como aquel de la misma familia, en sentido burgués de su concepción.

3- Sobre esa visión y línea marxista-leninista de la relación entre los sexos y de la relación entre las clases soviéticas, a la que siempre se atuvo consecuentemente Stalin ( y no olvide nunca que él sólo era Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética y sin cargo decisional alguno en aparato estatal de la República Soviética), el Soviet Supremo de la URSS contemplado las necesidades poblacionales y la oportunidad revolucionaria (sólo recuerde que a mediados de los 30 sobre la URSS, persistiendo aún el bloqueo de los países capitalistas, se hacía sentir la amenaza de la agresión imperialista, en general, y de la agresión directa de la bestia nazifascista) ha tenido que tomar una actitud flexible con relación a la aplicación de dicho derecho al divorcio no sólo valido para la mujer sino que, también, para los hombres. Flexibilidad en el cumplimiento, en modo alguno su eliminación.